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DE REOJO

Déficit de atención


Si en una consulta una persona con grado y especialización te dice con seriedad sepulturera que sufres déficit de atención, ¿qué haces, le sigues atendiendo o miras el calendario de mesa de una farmacéutica pensando en qué vino casa mejor con una lombarda flambeada? Sales de la consulta confundido y vas rumiando si es ese diagnóstico científico, empírico o esotérico e intuitivo. Ensimismado te acercas al abismo de la sospecha de las palabras escondidas, ¿no querrá decir que ha detectado síntomas de pérdida de memoria o algo similar?

Un avión militar de marca, un F18, está haciendo un vuelo de prácticas o exhibición y se cae. Escuchamos la noticia, narrada con asepsia lógica y prudente, pero a las horas aparece un vídeo grabado desde la zona de carga del aeropuerto de Zaragoza, donde se ve el vuelo, las cabriolas y su precipitación al suelo. Nos relatan que el piloto ha logrado eyectarse. Lo dice de viva voz un operario, no somos capaces de verlo en ese vídeo lejano. A partir de ahí, todo se convierte en un relato variable. Las redes contra las televisiones. Las televisiones y los comunicados ministeriales como modelo reglado del usufructo de la mentira oficial.

Pero inmerso en mis asuntos, pienso que pudo deberse a una falta de atención del piloto y que el vídeo grabado es por exceso de atención externa a su trabajo de quien lo grabó. Y no salgo de la rotonda mental, porque salseando me cae una definición apocalíptica, pues se considera que está tan extendido el déficit de atención que no debe ser entendido como enfermedad, sino como modo de vida. Y ahí ando.