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DE REOJO

Independencia ilustrativa


La independencia personal de los opinadores se puede considerar en estos momentos como una distopía. La dependencia esta convirtiéndose en un dogma. Si quieren saber dónde estamos con exactitud miren los mapas antiguos y usen la brújula, los GPS están controlados y dominados desde un lugar remoto que tiene terminales en los poderes fácticos, como casi siempre, pero ahora, se puede asegurar que existe más resistencia para que quepa espacio para el libre albedrío.

Nos queda un resquicio en la independencia interpretativa que puede abarcar la máxima arbitrariedad, el desenfoque absoluto y el seguimientos de todos los señuelos que se lanzan en aerosoles indelebles e indetectables. En ese lugar del mundo donde su candidato a repetir la presidencia tropieza y se cae en un acto público a sus ochenta años y se acusa a un saco, textual, del incidente, unos estudiosos radicales de ese libro que dicen es el auténtico campeón en ventas, la Biblia, piden que sea retirada de las escuelas y colegios porque tiene contenidos pornográficos. Qué metodología e independencia interpretativa más aguda y perversa.

Incapacidad de asimilar o interpretar unos datos que han caído de un nube sobre la cantidad de millonarios que existen o están detectados por los sistemas tributarios y la insuficiente transparencia de los bancos y sus zonas oscuras, que se tasan en sesenta y dos millones de cuentas particulares con al menos uno, pero que en breve serán ochenta millones. Lo magnífico es que con más de cincuenta millones en tres años serán trescientos ochenta y cinco mil. Otro dato: hoy es lunes.