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KOLABORAZIOA

Ansiedad


Normalmente me gusta escribir sobre temas relacionados con la política o con movimientos sociales, etc., pero esta vez escribo como Mireia Isturitz Moreno, como una persona que de sus veinticuatro años de vida, que lleva aproximadamente doce padeciendo esta enfermedad.

Es una enfermedad pero no suele quedar bien decirlo, no suele gustar. Implica estar enfermo, implica no encontrarte bien. Hay quien piensa que tan solo es un momento puntual donde te cuesta respirar o que «estás nerviosa», pero es mucho peor.

Imaginaros que todo lo que voy a escribir a continuación es parte de una película de terror.

Estás en tu casa, tranquilamente, con las luces encendidas, viendo la tele o con el móvil o con lo que sea. De repente, empiezas a oír un ruido, escuchas las voces de la calle, los gritos de los niños, la gente que está en el bar, los coches... esos sonidos aumentan cada vez más hasta el punto que te están haciendo daño, no puedes soportar el volumen de tanto ruido. Cierras la ventana, te pones los cascos y sientes algo de alivio, pero de repente tu corazón empieza a palpitar, notas que se acelera y de repente, las luces de tu casa se apagan, se abren todas las ventanas, escuchas muchísimos ruidos y eres incapaz de centrarte en uno solo. Sientes muchísimo agobio, eres incapaz de ver absolutamente nada y por encima de todos esos ruidos escuchas una voz, una voz que te habla: «¿y si sale mal?»; «¿Y si no vales para nada?»; «Eres una inútil, no lo vas a conseguir»; «¿Qué será de ti en el futuro?»; «Te morirás»; «¿Para qué haces nada? No sirves para nada»; «¿Y si no consigues nunca un trabajo?»; «¿Y si nunca vas a tener una casa donde vivir?»; «¿Y si estás perdiendo el tiempo?»; «¿Y si ya es muy tarde para ti?»; «No haces nada bien»; «Llora»; «No llores»; «¡Que no llores!»; «¿Quieres que pare?»; «¿Tienes miedo?»; «Sé que tienes miedo».

La voz no calla por mucho que tú te tapas tus oídos y cierras los ojos, la voz te persigue y de la misma forma que no sabes cuándo llega, tampoco sabes cuándo va a parar. Gritas de dolor y de impotencia, estás cansada, no puedes aguantar más. Lloras y a la vez te lo recrimina, tiemblas y se ríe de ti hasta que esa voz se cansa, se transfigura en un cuerpo y te presiona contra la pared. Tu cara está aplastada y lo peor, tus pulmones también. No puedes gritar, no puedes pedir ayuda, no puedes respirar. Esa voz que se ha convertido en un cuerpo con una fuerza sobrehumana y te está ahogando. -«Te mueres» -mientras te aplasta te lo está gritando. «¡Te mueres! ¡Te mueres! ¡Vas a morir! ¡Te mueres!». Te mareas y de verdad piensas que vas a morir, que ya no queda nada y no hay nada. Ya no puedes más y de repente, te suelta. Ahí estás, en el suelo, la voz ha desaparecido y el cuerpo también. Pero la luz no ha vuelto. Ya no oyes nada. Las ventanas están abiertas pero no entra luz. Todo está oscuro. No hay nada. Te levantas con el cuerpo exhausto y con miedo de que vuelva a aparecer, sabes que cuando todo se pone oscuro de repente aparece. Mientras no haya luz no estás a salvo. Sabes que está por ahí, pero no sabes dónde.

Te vuelves a sentar. Esperas. O te mata o te recuperas, no hay más. Poco a poco vuelve la luz pero los sonidos aún se escuchan lejanos. El cuerpo no te responde. A veces se mueve pero no porque tú lo muevas. Eres un espectador, no llevas el control de nada.

Sientes que ha pasado una eternidad pero «solo» han sido unos minutos. Las palabras que te ha dicho esa voz se han quedado incrustadas, ya no puedes leer, ni escuchar a los pájaros ni nada. Solo ves todas las cosas horribles que te ha dicho escritas en la pared con sangre. Sientes que tu casa no es un lugar seguro pero la calle es peor, la calle es aún más peligrosa porque si las luces de la ciudad se apagan sabes que es muy difícil que los demás vean al monstruo que te habla y te asfixia. Así que te quedas en casa a la espera, intentando recomponerte y esperando a la próxima.

Como veis, he hablado de una casa pero en realidad me refiero al cerebro y al cuerpo. La ansiedad escoge qué miedos son los que nos producen pesadillas, los agarra y no los suelta. La ansiedad me agrede incluso cuando estoy relajada y ahí siempre viene a mi cabeza «¿Por qué, si hoy lo he hecho todo bien?». Pero da igual lo bien que lo hagas, la ansiedad aparece de repente. La ansiedad es como una película de terror, cada uno la lleva lo mejor que puede, pero siempre está esa voz acechando.

Dicho lo cual, por favor, no nos llaméis otra vez generación de cristal.