Ni tres minutos para conocerme

Hace unas semanas un presentador de EITB, aseguraba en una entrevista que hoy los espectadores «no aguantan a alguien desarrollando un argumento durante dos o tres minutos». Sin duda, una razón muy oportuna para justificar la ligereza de contenidos en los debates electorales o políticos que emite el ente público vasco. Lo cierto es que la mayoría de los que leen periódicos, sobre todo en su versión digital, se limitan a leer el titular y como mucho el subtítulo y lo que, en periodismo, se llama lead o entradilla. También los artículos de opinión han bajado en lectores y, aunque se escribe mucho, se lee poco y se debate todavía menos. La frivolidad informativa de las redes sociales cierra el círculo y, en estos tiempos tan líquidos y posmodernos, el acto de saber qué ocurre en el mundo, de cómo y por qué sucede, se ha convertido en una acción maleable e inconsistente, frágil y ligera, un flash repentino con el que debemos interpretar el mundo. Y así, en esa especie de pereza mental e ignorancia social que casi parece hegemónica, las ideas se reducen a meros eslóganes que se proclaman pero que no se argumentan, ni se discuten. Hay una vieja memoria en esto de ser periodista cuando, antes de escribir, una se hacía preguntas sin calcular el tiempo que tardarían en leerlas y conocerme.