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DE REOJO

La viscosa realidad y el voto


Existe una escisión sociológica entre la realidad que vive cada individuo con su voto. Se trata de vivir mediáticamente en un espectáculo donde la política se convierte en material de pirotecnia que deslumbra pero que desaparece en un humo ligero sin dejar apenas memoria. Empieza a comprenderse que las empresas de demoscopia contraten a más narradores que analistas. Quizás en las próximas entregas pregunten a los encuestados sobre la marca de teléfono portátil, antes que a quién tienen intención de votar y, a lo mejor, se acercan de una manera menos especulativa a lo que realmente se vive y se vota.

Tras la resaca del vuelco de poder municipal, las vergüenzas han quedado al descubierto, pero los urdidores de las mentiras de campaña siguen vertiendo discursos disuasorios en las escombreras mediáticas. El pistolero de Amurrio y sus hordas mantienen un tono amenazante. No cambian su acelerada siembra de bombas fétidas antidemocráticas y hasta su líder dice sin escrúpulos que todos los que admiren a Franco tienen cabida en su partido. ¿Alguien lo dudaba? Es su seña de identidad, por eso el hombre menguante, que ha alcanzado su tono de liderazgo más esperpéntico, debe decir una cosa y su contraria, simular algo, pero deja que esos franquistas que corren por todo el tejido capilar de la banda se asienten y marquen el paso.

Así que los que pueden tener el voto decidido ya, sin taparse la nariz, con cierta esperanza deben ser los privilegiados de este verano controvertido que nos va a dejar exhaustos ante la ignominiosa campaña entre vahídos.