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A Iruñea, estación Madrid


Entre Tour, Sanfermines, Kobetamendis y Manu Chaos, huele a que el ambiente vasco está muy lejos de la emergencia que irradia el Estado. Los resultados del 28 de mayo contribuyen a ello: Vox logró un solo concejal aquí por 124 en Catalunya, con lo que Euskal Herria vuelve a ser la vanguardia antifascista, aunque sea en modo silencioso. Y sin embargo, es muy cierto que la alianza ultra puede llegar a Moncloa y desde ahí arrasar con todo.

Esto va mucho más allá, o mejor dicho más acá, de desokupar a Pedro Sánchez o retratar a Yolanda Díaz. Tiempo habrá de analizar cómo el Gobierno español teóricamente más de izquierdas ha dejado crecer tanto a la derecha, algo que no se explica por mero efecto rebote, porque basta oír a Abascal, Ayuso o Salvador para captar que la reacción supera con mucho a la acción.

La escabechina en derechos está servida si eso ocurre, no hace falta extenderse mucho en ello: de LGTBI a presos, de jóvenes en precariado a pensionistas en pobreza energética, de inmigrantes a «euskaldun petoak». Pero también la gobernanza vasca se va a ver sacudida, no habrá oasis en nuestros gobiernos, diputaciones y ayuntamientos.

La partida de Madrid tendrá rebote directo en Iruñea. Si el PSOE se estrella, o simplemente no le alcanza, es posible que la cabeza de Sánchez la corten antes los suyos que los contrarios. En ese caso quizás ni haga falta agostazo porque Chivite ni mueva un dedo. Felipe González ya ha marcado el camino: con él Esparza sería ya presidente navarro, y lo que es más grave, se arruinarían ocho años con dos versiones diferentes de cambio, pero cambio al fin y al cabo, frente a un búnker de décadas.

¿Es más estable el PNV? No lo está demostrando. Si Aitor Esteban no ve mayor problema en tender la mano a Feijóo antes incluso de que gane, ¿por qué lo va a tener Eider Mendoza con Mikel Lezama o la alcaldesa de Durango con quien le dio la Alcaldía, cuando aquí ni existe el estorbo de Vox? Sería cerrar un círculo: del Pacto de Ajuria Enea de los «demócratas» al tripartito de los conservadores vascos.

También puede ocurrir, puestos a elucubrar, que Sánchez se confirme como el superviviente que es y vuelva a vencer. Que el PSOE aprenda esta lección, porque va muy tarde en Historia. Que la izquierda española en conjunto empiece a tratar a Euskal Herria y Catalunya como merecen. Que a la entente PNV-PSE le entre un ataque de vergüenza por sus alianzas implícitas. Que emerja una política de altura, de país, ante las autonómicas de 2024 en la CAV. Y que Chivite vuelva a ser presidenta navarra, pero sin vetos y con compromisos.

Porque al fin y al cabo es en Iruñea donde se pondrá epílogo a esta historia reciente, que ronda el desastre en Madrid pero aún puede acabar con moraleja en Euskal Herria.