08 JUIL. 2023 GAURKOA Alimentar la ola, frenar al fascismo, soñar con el cambio Igor MERA URIARTE Militante social y sindical Es muy fácil criticar las decisiones, los acuerdos o las apuestas tácticas desde la posición de observador. Es habitual, en estas situaciones, quedarse en el plano de las conclusiones inducidas por los posicionamientos maximalistas de partida. Sin embargo, en aquellos ámbitos donde nosotras y nosotros también tenemos la responsabilidad de tomar decisiones, de llegar a acuerdos, de hacer apuestas… las reflexiones suelen cambiar. En estos casos aparecen los matices, los condicionamientos, la ponderación entre el valor del acuerdo y las consecuencias del no acuerdo… El mismo rigor con el que analizamos nuestras decisiones es con el que tenemos que juzgar las acciones de las organizaciones que operan en la política institucional. Desde que la izquierda abertzale iniciase hace más de una década su cambio de rumbo estratégico, muchos activistas sociales y sindicales, entre los que me encuentro, optamos por normalizar esta situación, posicionándonos ante ella como ante el resto de los actores políticos institucionales. Esto es, partiendo de nuestra independencia y planteando abiertamente nuestras críticas ante determinadas decisiones y apuestas coyunturales de la coalición. En ocasiones, he de reconocerlo, en este país se ha caído en la sobreactuación. Se han dirigido contra EH Bildu críticas más ácidas y más contundentes que contra otras organizaciones políticas. No es el momento ni el objetivo de esta reflexión analizar los porqués de tales actuaciones, si no, más bien, de plantearnos una pregunta: ¿Cómo nos posicionamos ante las elecciones generales? No quiere decir lo anterior que hayamos de caer en la aquiescencia o en rehuir la crítica por lo que esta pueda suponer de desgaste de una expectativa electoral. En ningún caso, lo que sí estamos obligadas y obligados es a establecer una dialéctica distinta entre los militantes sociales y sindicales y las organizaciones políticas transformadoras. Nos queda mucho aún a las unas y a las otras por avanzar en este camino, pero nos va la vida en ello. Mientras muchas seguimos en nuestros debates en torno a la utilidad o no de la lucha electoral y focalizando más en aquellas cuestiones que nos distancian que en aquellas que nos unen, quienes representan los intereses del capital tanto de Neguri como Madrid lo tienen muy claro, no quieren a EH Bildu ni en pintura. El cordón sanitario que PNV, PSE, UPN y PP han construido en Hego Euskal Herria para alejar a EH Bildu del poder en todas las instituciones que han podido no tiene que ver con las cortinas de humo en torno al pasado de determinadas candidatas y candidatos de la coalición, en absoluto. El verdadero motivo para no permitir que EH Bildu gobierne la diputación de Gipuzkoa, o ayuntamientos como los de Gasteiz o Iruñea no es otro que mantener el statu quo. Ese estado de las cosas en el que el programa neoliberal sigue adelante privatizando servicios públicos y donde la colaboración público-privada sigue nutriendo los beneficios multimillonarios de las empresas amigas. En una perspectiva estatal podemos hacer una reflexión bastante similar. Creo que una gran cantidad de personas de izquierdas podríamos convenir que a pesar de que el gobierno de Pedro Sánchez no haya ido todo lo lejos que nos hubiera gustado en muchas materias o de que se hayan tomado por el mismo decisiones que se nos han atragantado (mención expresa merece la traición al pueblo saharaui), estos últimos años hubiéramos tenido que afrontar un contexto mucho más negativo y enfrentar unas políticas mucho más lesivas con un gobierno PP-Vox. La ultraderecha política y mediática sabe que EH Bildu va a ser en un futuro mucho más relevante numéricamente para sostener un gobierno «progresista» en Madrid que lo que lo ha sido en los pasados años, ahí están las encuestas y los resultados del 28M. Ni a Feijóo ni a Abascal ni a quienes manejan las líneas editoriales de los mass media que fijan el marco del debate político les importan un ápice las cuestiones éticas. Lo que les preocupa de verdad es que con un EH Bildu fortalecido se pueda reeditar un gobierno «progresista» que pueda seguir profundizando en medidas de protección para los y las trabajadoras, en una fiscalidad que grave más las rentas de los capitalistas o en políticas que empoderen a las mujeres y contribuyan a desmontar el patriarcado. EL 23 de julio hay unas elecciones en el Estado español; en ellas afrontamos el riesgo real de que el gobierno vuelva al PP y lo haga con la participación de Vox. Ante ello todas y todos tenemos que comportarnos con responsabilidad y dar un paso al frente. Si no queremos que el BOE esté en manos de los herederos del franquismo y de los fascistas de nuevo cuño, tenemos que alimentar una ola electoral que ponga los interés de las trabajadoras, los derechos humanos y el respeto a la vida y al planeta en el centro del debate político. Entre todas tenemos que alimentar una ola de ilusión y de cambio. Espero sinceramente que el 23 de julio se inicie un nuevo viaje para un gobierno «progresista», el rumbo y las coordenadas concretas de ese viaje las van a marcar, sin embargo, la correlación de fuerzas con la que las fuerzas de izquierda transformadoras cuenten en las Cortes Generales. Desde el mejor de los deseos para el proyecto que lidera Yolanda Díaz, creo sinceramente que nuestra mejor alternativa es una EH Bildu fuerte que consiga situarse como el principal partido en términos electorales en Hego Euskal Herria este próximo 23 de julio. Sin obviar los problemas, sin pasar por alto las legítimas críticas que como militante social y sindical he realizado y seguiré realizando a los agentes que operan en la política institucional, en esta coyuntura electoral es necesario apostar por un proyecto político fuerte, enraizado en la sociedad y con estructuras sólidas. Es el momento de seguir alimentando la ola del cambio que se está cristalizando en torno a EH Bildu, una ola que ha de permitir una fuerte representación de la izquierda soberanista en Madrid y que nos debe permitir soñar con un cambio en el gobierno de Gasteiz en las próximas elecciones autonómicas.