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CRÍTICA: «RALLY ROAD RACERS»

Un homenaje animado a las comedias aceleradas


Había una vez, un lori perezoso que vivía en un pequeño y muy zen pueblo chino en el que el Tai Chi es su regla principal, una práctica que cumplen con metódica precisión. No obstante, el pequeño lori es más afín a una afición diametralmente opuesta a la calma y el equilibrio, las carreras automovilísticas. Algo que choca frontalmente con lo apacible y el silencio, algo que nunca debería ser asociado a un lori perezoso. No obstante, la mecánica de la aldea cambiará por completo en cuanto irrumpa una constructora cuya intención no es otra que destrozar este paisaje de calma y construir un complejo hotelero. En su intento por evitar semejante catástrofe, el soñador de las carreras automovilísticas participará en el gran rally de la Ruta de la Seda para lograr el dinero que evite la tragedia. En su aventura contará con la complicidad de un veterano campeón que se sirve de pegatinas para aportar sus consejos y de una amiga de la infancia que abandonó el pueblo tiempo atrás.

Escrita y dirigida por el productor independiente Ross Venokur, firmante de películas animadas como “El príncipe encantador”, ha tomado como referencia el gran éxito de Pixar, “Cars”, para desarrollar un proyecto amable, divertido, pero de escaso recorrido. A pesar de sus limitaciones, se trata de un producto correcto, elaborado mediante una cuidada paleta de colores y que tiene la virtud de rendir tributo a las comedias que recrearon carreras de coches enloquecidas, como “Los locos de Cannonball”, “Locos al volante”, “La carrera de la bala de cañón” o “El mundo está loco, loco, loco, loco”. Todo ello envuelto en un toque oriental que, se supone, le permitirá introducirse en dicho mercado.