GARA Euskal Herriko egunkaria
TENGO SUEÑOS ELÉCTRICOS

Despertando a la vida en un entorno tóxico


La multipremiada cortometrajista Valentina Maurel (‘‘Lucía en el limbo”), debutó en el formato largo con este intenso y visceral relato dramático en el que asistimos al doloroso despertar a las emociones y a la propia vida que protagoniza una mujer de 16 años que se encuentra en esa fase crucial de su vida, que le empuja a explorar nuevos contextos vitales, enarbolando una posición de cierta rebeldía. Mientras la protagonista se encuentra en esta etapa crucial e intensa, asiste a la separación de sus padres y, a pesar de que ella y su hermana menor se instalan inicialmente en el nuevo domicilio que quiere renovar su madre, no tardará en trasladarse a casa de su padre.

En este espacio se ponen de manifiesto los contratiempos de una relación paternofilial marcada por la personalidad del padre, el cual parece inmerso en una segunda adolescencia y deja costancia de su inmadurez en cada uno de los brotes de violencia que saca a relucir.

La directora costarricense afincada en Bélgica -que se alzó con el Premio Horizontes de Zinemaldia de 2022 con esta película- plantea de manera clara las personalidades diferentes de sus personajes e incide, sobre todo, en el resquebrajamiento interior y progresivo que sufre la joven en un entorno tóxico.

Una nueva muestra, en definitiva, del gran talento que está demostrando una generación de directoras latinoamericanas que coinciden en aportar su visión de lo cotidiano y la actualidad desde puntos de vista valientes y originales. En este caso, el concepto del llamado complejo de Edipo adquiere una connotación especial debido al supuesto talante intelectual en el que se crió la protagonista, encarnada por una excelente Daniela Marín Navarro. Otro tanto se puede aplicar al no menos solvente Reinaldo Amien asumiendo el rol paterno.