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EDITORIALA

Una cárcel para vaciar de contenido el deber de asilo


Tras semanas de polémica, el Ministerio de Interior de Gran Bretaña confirmó ayer que había comenzado a trasladar a los demandantes de asilo al barco Bibby Stockholm atracado en el puerto de Portland. Las protestas no han conseguido detener el vergonzoso plan que justifica la decisión alegando que la asistencia a las personas que solicitan asilo supone un enorme gasto al erario público. Una excusa cobarde que intencionadamente olvida que ese gasto no solo no es tan considerable como pretende, sino que además repercute positivamente en algunos sectores económicos como el hospedaje y la restauración.

Las personas que estén alojadas en ese barco mientras tramitan su demanda de asilo tendrán importantes restricciones. En realidad, estarán retenidas como si fueran delincuentes. Más que un alojamiento, lo que el Gobierno británico ha organizado es una cárcel flotante. De este modo trata de proyectar una imagen de malhechor sobre unas personas que simplemente han huido del terror y de la persecución. 500 personas hacinadas en ese barco son muchas, pero en mayo había 74.410 personas a la espera de una respuesta sobre su asilo. El barco no es una política eficaz, no quiere gestionar la migración, solo busca justificar socialmente el más que probable rechazo de la mayoría de demandas de protección. En este sentido, las asociaciones de derechos humanos y de ayuda a los refugiados han criticado duramente al Ejecutivo de Rishi Sunak, calificando su plan de «cruel e inhumano». Y es que las personas que solicitan asilo no son delincuentes y mantenerlas encarceladas puede convertirse en un estigma para muchas de ellas, una experiencia de por sí traumática, especialmente cuando se huye en busca de protección.

El Gobierno conservador ha dejado bien claro que no se va a detener ante nada en su intento de frenar la llegada de migrantes. Estigmatizar y criminalizar a los demandantes de asilo es un paso en una estrategia más amplia que busca desvincular al Estado de su deber de dar protección a aquellos que huyen. Y en un mundo cada vez más inestable, los que huyen van a ser cada vez más.