17 AOûT 2023 GAURKOA Nueve millones Edorta JIMENEZ La plataforma Netflix me ha permitido ver la miniserie de cuatro capítulos titulada “Painkiller”. Titulada en castellano “Medicina Letal”, la obra está basada en sendos libros de investigación. El primero, que da a su vez título a la serie, es “Pain Killer”, de Barry Meier; el segundo es “Empire of Pain” (El imperio del dolor), de Patrick Radden Keefe. Ambos autores han colaborado como consultores en la serie. Su visionado me llevó a Internet. Quería saber qué había de verdad en la historia. Y me llevé unas cuantas sorpresas. Para empezar, como dice la serie misma, se trata, sí, de hechos reales, aunque con aquello de los nombres de ficción y demás. Es la historia de la dinastía familiar Sackler, una de las más ricas y poderosas del mundo, estimándose su fortuna en 14.000 millones de dólares. La familia construyó tal fortuna gracias a su imperio farmacéutico, Purdue Pharma, cuyo producto estrella fue Valium, hasta que llegó OxyContin. Me sorprendió comprobar que OxyContin es un nombre real. Se trata de una versión del analgésico oxicodona, que provoca en el sistema nervioso una reacción similar a la de la heroína y el opio, de manera que en los EUA algunos adictos pasaron a utilizarlo como sustituto, o como complemento, de los opiáceos de la calle, sobre todo de la heroína. Producido por la familia Sackler a través de su compañía Purdue Pharma, que lo introdujo al mercado en 1996, fue publicitada agresivamente como un analgésico supuestamente inofensivo. En realidad era un potente opiáceo que, como no podía ser de otra manera tratándose de lo que se trataba, generaba tanta adicción como la propia heroína. Los dueños de Purdue Pharma lo supieron desde muy pronto, pero, pasando de la pandemia que estaban provocando, siguieron queriendo ganar dinero a espuertas. Siguiendo con la serie y sus grandes verdades, tras diversas vicisitudes la farmacéutica fue condenada a pagar varias indemnizaciones que, según fuentes de todo crédito, le habría llevado a la bancarrota, aunque tratándose de los Sackler quién sabe. Paralelamente a la venta masiva del OxyContin, que provocó la mayor pandemia de la historia de los EUA hasta la llegada del covid-19, con cientos de miles de muertos por el opiáceo, la dinastía practicaba una política de blanqueo de su nombre que tiraba del Manual de Blanqueo del Gran Criminal: la filantropía, el mecenazgo y las donaciones a museos, universidades, bibliotecas e instituciones por el estilo. Lograban así que su nombre, como el de otros criminales, resplandeciera en esas fachadas que, con tan solo colgar ahí la prenda, hace que quede blanca y radiante a pesar de haber sido objeto de negras penas en los juzgados. Y he aquí que en julio de 2019 saltaba la noticia, de la que entonces no me enteré y parece que otros tampoco. Le Louvre de Paris, haciéndose eco del escándalo de OxyContin, tapaba con cinta adhesiva el nombre de Sackler, que figuraba en varias de sus salas de Arte de la Antigüedad. Siguiendo el camino marcado en París, el 8 de mayo de 2022 se hacía público que The National Gallery de Londres retiraba el nombre de Sackler, uno de sus mayores donantes, a la Sala 34, denominada hasta entonces Sackler Gallery, debido también al escándalo de OxyContin. The National Portrait Gallery, The British Museum, Kew Garden’s, Shakespeare’s Globe Theatre y Serpentine Gallery se movieron en la misma dirección, borrando de sus negocios respectivos el nombre de la familia, es decir, los Sackler. No eran los únicos de la gran lista de los que tenían a la familia entre sus benefactores, pero ahí lo dejamos. De sorpresa en sorpresa, me enteré que, antes de que lo hicieran esos tan respetables chiringuitos, ya lo había hecho el Metropolitan Museum, una de cuyas alas llevaba el nombre de la dinastía, según decía “The New York Times” (NYT) en su edición del 9 de diciembre de 2021. El Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York tardó un poco más en desandar el camino. El 20 de mayo de 2022 el NYT publicaba que el museo anunciaba la retiraba el nombre de Sackler a su Centro Educativo de las Artes. Hasta entonces y durante veinte años Mortimer Sackler había sido miembro de la Junta Directiva del Guggenheim. Po su parte, El 27 de septiembre de 2021 el Eldiario.es, publicaba una entrevista con el autor del libro “El Imperio del Dolor”, firmada por José Antonio Luna, quien en la introducción decía esto: «(Los Sackler) Aparecen vinculados a instituciones de arte y enseñanza o a museos como el Guggenheim de Bilbao, que ha recibido donaciones de 9 millones de dólares a lo largo de 20 años». Un poco menos que lo que recibió en 2017 el London’s Victoria and Albert Museum, 9,7 millones de euros, solo por llamar Sackler Courtyard al patio de acceso al museo, que desde 2022 se llama The Exhibition Road Courtyard. Me queda por saber que decían de la familia Sackler en los catálogos y prospectos correspondientes, por ejemplo los de ese último museo de nombre tan imperial. Antes de su caída en desgracia, claro, al ser reconocidos por los tribunales como criminales. Y me gustaría saber si es verdad lo que dice la introducción a la entrevista citada con el autor de “El imperio del dolor”, sobre el GBM, como le llaman la ministra Ribera y la Diputada General Etxanobe, o simplemente se confundió de ciudad y museo. En lo de los nueve millones, digo. Paralelamente a la venta masiva del OxyContin, que provocó la mayor pandemia de la historia de los EUA hasta la llegada del covid-19, la dinastía practicaba una política de blanqueo de su nombre que tiraba del Manual de Blanqueo del Gran Criminal: la filantropía