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DE REOJO

La alarma del despertador


Sin darse importancia, la realidad cotidiana se empodera de nuestro tiempo. Hasta el clima pone el contexto adecuado para la inmersión en lo considerado bienestar social. Tener un trabajo, un techo para cubrirte, escuela si existen vástagos, recursos para satisfacer todas las demandas extras que requiere el nuevo pase a lo que quizás sea la normalidad buscaba y generada por los años de crecimiento, desarrollismo y burbujas varias que se fueron desinflando y pinchando desde dentro y desde fuera ritualmente.

Han detectado un nuevo trastorno laboral que han bautizado como sisifemia y que describe a los empleados que persiguen obsesivamente objetivos inalcanzables, ya sean fijados por la empresa, o autoimpuestos, impulsándolos a enfrentar largas y agotadoras jornadas laborales y tareas excesivas, que les provoca estrés crónico y un cansancio mental que deriva en patología. Esas personas tan dispuestas a ser declarados empleadas de la semana, del mes, del año. Una competitividad que excede a la lógica funcionarial y que responde a impulso propagandísticos que nos condicionan.

El pánico a la alarma del despertador debe ser uno de los síntomas más reconocibles en este vuelco del reloj solar al reloj escolar, del despertar sin atributos a las urgencias horarias y el acomodo a los transportes públicos. Miramos por la ventana y ya no hay huecos para aparcar. Para comprobar que entramos en fase política prebiótica, hasta vemos a Urkullu hablar. Y una duda razonable, ahora, Luis Rubiales ¿es presidente de la Federación, está apartado, sancionado, cobra o es un presunto?