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MUERTE DE UNA ARTESANA POR LA PAZ

Graxi Etxebehere ha dejado una parte del camino recorrido

La muerte alcanzó ayer a la enfermera en Ortzaize, la militante abertzale en Nafarroa y la artesana de la paz en Euskal Herria. Dedicó su vida a la solidaridad y le costó dos detenciones, aunque ella nunca se detuvo.

Graxi Etxebehere, irreductible ante los gendarmes, en aquella memorable mañana de julio del 2015, ataviada aún con el pañuelo sanferminero. (Bob EDME)

Enfermera de oficio, militante abertzale de naturaleza y artesana de la paz por vocación. Graxi Etxebehere Goikoetxea (Ortzaize, 1951) murió ayer a los 72 años afectada de una grave enfermedad.

La muerte de Graxi Etxebehere en la madrugada de ayer deja una habitación vacía en los corazones de las personas que le conocieron. La despedida íntima, la de su familia y la gente más cercana, se inició ayer y continuará hoy en casa, en Ortzaize, y se espera que en los próximos días se le rinda un adiós popular.

La imagen de una mañana de julio de 2015 está grabada en la memoria de muchos vascos y vascas. Muchas conocieron a Etxebehere ese día, en la televisión, pues acostumbraba a militar fuera de los focos. Aquel día volvía de los sanfermines de Iruñea y, todavía ataviada con el pañuelo rojo e impasible ante los gendarmes que estaban a punto de detenerle, manifestó ante las cámaras, sin nada que esconder y con el puño en alto: «Ayudo a un grupo que quiere desarmarse, no me arrepiento».

«Hemos conocido casi de todo en este país en el que la represión ha tocado tanto, pero ir frente a los policías y hacer la reivindicación que hizo Graxi ante los medios de comunicación es algo nuevo. ¡Necesitábamos a una Graxi para verlo, y somos del pueblo que hace a gente como Graxi!», escribió entonces Floren Aoiz, columnista de este periódico. En efecto, las palabras directas de Etxebehere tuvieron gran repercusión y movilizaron a buena parte de la ciudadanía vasca.

Este acto de desobediencia fue, de alguna manera, el germen del movimiento de artesanos por la paz que se comprometió a facilitar el proceso de desarme de ETA, algo que conseguiría finalmente el 8 de abril de 2017, con la ayuda de muchos ciudadanos y salvando los obstáculos de los estados. Graxi Etxebehere también estuvo allí.

ABRIR LOS OJOS EN LA CÁRCEL

Pero la vida militante de Etxebehere no comenzó aquel día de 2015, ni mucho menos. En 1992 le detuvieron e ingresó en la cárcel por acoger en su casa a dos refugiados vascos. Por tanto, la de Ortzaize fue detenida en dos ocasiones. Así rememoró los arrestos en la entrevista que Sustrai Colina le hizo para GARA en 2021: «En 1992 actué por obligación, para ayudar a una persona enferma, pero debo reconocer que a partir de esa primera detención he hecho las cosas con más conciencia. En 1992 me sentía ayudante, pero en 2015 sabía qué estaba haciendo y para qué».

«Esa es una gran diferencia -prosiguió Etxebehere-. En 1992 tenía un punto de inocencia, como el pollito que acaba de salir del huevo, me faltaba algo para comprender el mundo. Pasar por la cárcel hizo que se me abrieran los ojos. No hay nada como la prisión para saber qué es el Estado y de lo que es capaz», manifestó Etxebehere.

La segunda detención, en 2015, la sobrellevó con más calma. La juzgaron en el Tribunal de París y el juez decretó contra ella una pena de 18 meses de prisión, aunque no tuvo que ingresar en la cárcel. Durante el juicio, les habló claro a los jueces. «Ya no existe la lucha armada. El desarme está hecho, el Estado francés ha participado. Nosotros hicimos nuestra aportación y estamos contentos con el resultado. Nos gustaría que ustedes también estuvieran contentos», les dijo.

SINCERA, SIN ESCONDERSE

En la misma entrevista a GARA, Etxebehere habló sobre el poder del voto para movilizar a los estados. «Es nuestro deber movilizar a los electos, para que ellos presionen al Estado. ¿Que es agotador? De acuerdo, pero, ¿cuál es la alternativa? Si no empujamos a los electos para que exijan al Estado, temo que esto acabe en un pozo. Pero esto no quiere decir que no estemos encaminando a este pueblo. En mi entorno, hemos pasado de ser totalmente marginales a ser una importante minoría», declaró.

Tampoco escondía su opinión sobre ETA y su final. ETA, para Graxi, era «el símbolo de una rebelión, el signo de una Euskal Herria que quiere vivir», pero comprendía la complejidad de lo que rodeaba a la organización. «He conocido a gente que ahora critica vehementemente la lucha armada y que, en el pasado, se alegraba por algunos atentados. He conocido, asimismo, a quien se ha quedado en casa pensando que lo que había que hacer lo haría ETA. Comprendo que el fin de ETA signifique el fin de una pesadilla para algunas personas y que otras se sientan algo perdidas, como cuando sueltas la mano de tu padre en la adolescencia. Todos necesitamos tiempo para asimilarlo. ¿Crees que yo, al principio, entendía que se podía matar a alguien por un objetivo? ¿Crees que no me ha costado admitir que amigos a los que tanto quiero podrían matar a alguien? Yo, como todos, tuve mis contradicciones y conflictos y los sigo teniendo», declaraba.

NAVARRA SIN FRONTERAS

Graxi Etxebehere nació en 1951 en la casa Ibarnia de Ortzaize. Era de Nafarroa Beherea y también se sentía muy ligada Nafarroa Garaia, y sin duda su ausencia dolerá en los próximos sanfermines y en el Día de Nafarroa de Baigorri.

Era la mayor de cuatro hermanos, y después de estudiar en la escuela de Ortzaize, siguió su camino en el liceo Errecart de Donapaleu, para finalmente cursar estudios de Enfermería en Burdeos. Trabajó durante tres años en el hospital de Baiona, hasta 1975, y desde entonces fue enfermera de su pueblo durante 40 años, hasta que se retiró.

Participó desde joven en el movimiento cultural y político vasco, preocupada por las afecciones del turismo. «El cantón de Baigorri era una sangría. Todos los jóvenes se iban fuera o a la costa. Entonces empezamos a pensar qué podíamos hacer. La cultura se estaba muriendo y la economía también. El turismo estaba tomando una deriva peligrosa. Necesitamos una economía propia, de lo contrario, estaremos sometidos por otro capital», explicó.

Cuando ETA dio por acabado su ciclo, participó en el acto de Sortu en Miribilla (Bilbo) en 2018. Ante las 4.000 personas congregadas, mostró un pequeño cofre con el que identificó «el tesoro de las luchas de este país»: por el euskera, las ikastolas, el ecologismo, la solidaridad, el feminismo... Con ellas, dijo, se está materializando el Estado vasco.

Graxi Etxebehere pasó sus últimos años luchando contra la enfermedad sin perder el humor. Y la muerte le alcanzó con el cofre lleno.