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AZKEN PUNTUA

Fuego


Las hijas del fuego” se titula la serie realizada por la televisión pública francesa y ambientada en la caza de brujas que el inquisidor real Pierre de Lancre desplegó por estas tierras. Al juez de Burdeos, obsesionado por la brujería, no le importó que las denuncias no fueran más que el pretexto de una parte de la nobleza local para ampliar su poder a la luz de las piras. Fue cruzar el Aturri y descubrir un país en el que el sexo femenino tenía un espacio propio que sólo podía explicarse por la intercesión del demonio, «un país de manzanas», escribió el propio de Lancre, en el que las mujeres «muerden de buen grado este fruto de la transgresión» como «Evas que seducen a los hijos de Adán», viven entre las montañas «en total libertad e ingenuidad» y hablan un idioma misterioso del que se dice que ni el propio Satanás logró aprender. 400 años después, casi la mitad de los alumnos de primaria que regresan a sus clases esta semana lo hacen o en las redes pública y privada bilingües o el sistema inmersivo de Seaska, que es el que más avanza. El número de hablantes está muy lejos del que se encontró de Lancre, porque desde su caza de brujas, esta lengua, así como la cultura y la identidad que trae consigo, no ha dejado de estar perseguida. Tanto, que hasta desaparecen de esa serie que ganaría mucho si alguien le prendriera fuego.