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EDITORIALA

Incidir en los síntomas no soluciona los problemas


Varios y varias jóvenes se encadenaron ayer en la Subdelegación del Gobierno español en Bilbo y en la entrada de una comisaría de la Ertzaintza en Gasteiz. En ambos escenarios, decenas de jóvenes se unieron a la protesta, que se prolongó durante cuatro horas, en denuncia de la orden de encarcelamiento de Galder Barbado y Aitor Zelaia, jóvenes arabarras que llevan años inmersos en un proceso en el que no han faltado irregularidades en todas sus fases. “Ez dugu onartzen”, rezaba la pancarta que desplegaron las personas que protestaban, identificadas y tratadas como acostumbra la Policía autonómica y algunas de ellas retenidas. Para la Policía, para el Gobierno español y para la Audiencia Nacional, a quienes iba dirigida la protesta, sin duda se trataba de un asunto de «desórdenes públicos», sin más.

Desórdenes públicos que no son síntoma de nada, al parecer. Sin embargo, los y las jóvenes que protagonizaron la protesta con su acción querían expresar que perciben la crueldad del proceso contra los jóvenes arabarras como «un ataque a la dignidad de este pueblo». Y no lo aceptan, no aceptan esa crueldad, la lógica autoritaria y vengativa que se quiere imponer y normalizar en este país ignorando cualquier cambio de contexto y pretendiendo hacer creer que el problema son los síntomas. Y su tratamiento, las recetas de siempre, represión y excepción. Tratamiento caduco y fuera de contexto, pero con consecuencias muy duras para dos jóvenes, en esta ocasión, y muy lamentables para una sociedad que reclama dejar atrás las expresiones más crudas de la confrontación.

Precisamente, las reacciones ante esa muestra de crueldad, lo que para algunos no son sino una mera cuestión de desórdenes públicos, revela también que la solidaridad en este país es, felizmente, un valor que trasciende su mero enunciado. En este caso con quienes durante años están viendo sus vidas hipotecadas por el frío y anticuado pero vigente «el procedimiento sigue su curso». Ese curso que en vez de solucionar agudiza o cuando menos entorpece cualquier solución. Claro que también es muestra del temor a una posible solución.