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EDITORIALA

Un reparto de la riqueza injusto e insostenible


Los datos sobre la distribución de la renta y su evolución en el tiempo difundidos por el Eustat coinciden con la tendencia global, según la cual la diferencia entre ricos y pobres es cada vez más amplia. Ocurre entre los diferentes países del planeta, sucede en el seno de ellos y está pasando también dentro de cada municipio o ciudad. La riqueza, como la alegría, va por barrios. No es algo nuevo, ni noticiable, pero sí lo es el hecho de que esa brecha se vaya agrandando, pues pone de manifiesto el limitado impacto redistributivo de las políticas públicas, y su fracaso en el objetivo de articular sociedades prósperas y equitativas. No es de recibo que en 2023 la renta media de un vecino o vecina de una urbe vasca llegue a ser el triple que la de otra en función del callejero.

No se puede aceptar que alguien que reside en Abando tenga, de saque, treinta mil euros más al año que una persona que vive en Iturrigorri, igual que es inasumible que una mujer cuente de media con una renta casi diez mil euros inferior a la de un hombre. La distribución de la riqueza es uno de los ejemplos más claros de la desigualdad estructural que provoca esta sociedad patriarcal y machista, y no es consuelo, ni sirve para matizar el dato, el que la distancia se haya reducido en poco más de mil quinientos euros en quince años, pues ese ritmo exigiría un siglo para laminar la diferencia. Hablar de mejoría en estos términos sería una broma de mal gusto.

Los datos del Eustat ponen de relieve que la inequidad en el reparto de la renta no solo no se reduce sino que aumenta. Pero además de eso, también proyectan una situación insostenible a medio plazo, incluso dejando al margen los parámetros de justicia social. Que en veinte años el porcentaje que las rentas de trabajo representan sobre el total se haya reducido en más de ocho puntos, hasta suponer solo el 58,4%, mientras que, en el lado contrario, las rentas procedentes de transferencias hayan pasado del 19% al 29%, algo menos de un tercio, es una seria advertencia, y fija el foco en los problemas económicos y demográficos a los que se va a enfrentar la CAV en un futuro próximo. Retos importantes a los que las políticas desarrolladas hasta el momento no han sabido responder.