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ELECCIONES EN POLONIA

Se atisba el final del Gobierno autoritario y el regreso a Europa

Ganar las elecciones no implica gobernar. Una lección que ha de aprender también el partido ultraconservador polaco Ley y Justicia (PiS). El primer ministro, Mateusz Morawiecki (PiS), parece tener los días contados pero aún puede hacer complicado el traspaso de poder a su adversario Donald Tusk.

(Janek SKARZYNSKY | AFP)

El resultado final de los comicios generales polacos confirma los sondeos: El PiS es el partido más votado con el 35% de los votos pero le faltan los socios para seguir gobernando. El calendario para la formación del nuevo Ejecutivo lo marca la Constitución, que podría poner fin a ocho años de gobierno del PiS.

Sin embargo, no está claro cómo la formación de Jaroslaw Kaczynski reaccionará a la pérdida del poder. Hasta ahora, el PiS ha mostrado poco respeto a las sentencias contrarias a sus intereses. No obstante, el resultado electoral no deja lugar a dudas: Desde la caída de los estados socialistas a partir de 1989, han sido los comicios con mayor participación, el 74%, 13 puntos más que en los comicios de 2019.

La lección para partidos de centroderecha como la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Alemania es que para frenar a la ultraderecha no hace falta copiar sus mensajes, sino movilizar a aquella parte del electorado que anteriormente no había ido a votar. Como segunda fuerza política, con el 30,7% de los votos, se ha establecido la Coalición Cívica (KO) liberal conservadora de Donald Tusk. En comparación con 2019 ganó unos 600.000 votos más, mientras que el PiS perdió al rededor de 400.000.

SOBRE LA MESA ESTÁ AHORA UN TRIPARTITO,

liderado por Tusk, con el partido cristiano liberal Tercera Vía (TD) y la coalición Izquierda, socialdemócrata. Juntos suman 248 escaños de los 460 en el parlamento polaco, el Sejm. El PiS suma sólo a 194 diputados. Incluso con los 18 votos del partido de extrema derecha Confederación (Kon) no sería suficiente para mantenerse en el poder. También en el Senado, el aún hipotético tripartito de Tusk suma una holgada mayoría de 62 senadores frente a los 33 del PiS y los cinco independientes.

Aun así, el camino hacia la formación del nuevo Ejecutivo es largo y complicado porque el PiS tiene de su parte al presidente del país, Andrezj Duda. Según la Constitución polaca, corresponde al jefe de Estado nombrar al primer ministro y a los integrantes de su gabinete. Eso ocurrirá dos semanas después de que el Parlamento se haya constituido.

Después se abrirá otro periodo de dos semanas, en las que el recién nombrado jefe de Gobierno ha de presentar su programa al hemiciclo con el objetivo de que los diputados le voten con la mayoría absoluta de 231 votos. En el caso de que el presidente no nombrase primer ministro, el mismo Sejm podrá hacerlo.

La cuestión es ahora si Duda emula a Felipe de Borbón designando primero al candidato del partido más votado, que sería el hasta ahora primer ministro Morawiecki (PiS). La alternativa sería inclinarse desde el principio por el candidato con más opción de salir elegido a la primera, Tusk. De todas formas, Morawiecki ha de solicitar formalmente su dimisión a Duda después de haberse formado el nuevo Sejm. El presidente suele aceptarla pero pidiéndole que siga en funciones hasta la formación del nuevo Ejecutivo.

Si el primer ministro, nombrado por el presidente, no logra la mayoría absoluta, la iniciativa pasará al Parlamento, siempre respetando el calendario establecido por la Constitución. Después el jefe de Estado habría de tomarles el juramento al electo y los integrantes de su gabinete.

Al PiS le quedan instrumentos políticos para complicar el traspaso de poder. Conocedores de la política polaca avisan también de que no se debería subestimar la capacidad de seducción de Kaczynski a posibles tránsfugas, aunque la coyuntura surgida de estos comicios no le deja mucho margen de maniobra.

EN EL MEJOR DE LOS CASOS, EL NUEVO EJECUTIVO POLACO SE FORMARÁ PARA DICIEMBRE.

Si entonces Tusk es su nuevo jefe tendrá mucho trabajo por delante. Cara a la UE, tendrá que reparar las relaciones con París y Berlín después de que Morawiecki denunciara públicamente la falta de democracia en la UE por la «oligarquía» fáctica, formada, según él, por los gobiernos de Emmanuel Macron y Olaf Scholz, respectivamente. Al mismo tiempo, Varsovia tiene que recomponer su relación con Kiev. Si Tusk consigue avanzar en las dos direcciones podría recalibrar el peso de la ahora aislada Polonia en la UE.