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EDITORIALA

Ruinas que hipotecan el futuro del sector público


La Cámara de Comptos de Nafarroa, la institución encargada de fiscalizar la gestión económica y financiera del sector público, ha publicado el informe que ha realizado a instancias de EH Bildu sobre Parquenasa, la empresa que gestiona el parque natural Sendaviva de Argüedas. La Cámara concluye que la sociedad está técnicamente en quiebra, aunque no formalmente. La deuda supera los 79,3 millones y el informe señala que aunque el parque cuenta con un importante volumen de visitantes, la cantidad no resulta suficiente para asegurar la rentabilidad del proyecto.

Parquenasa es propiedad de cuatro accionistas. Por un lado está la sociedad pública Nicdo que cuenta con el 45% de las acciones. Esta sociedad pública es la que gestiona todas las ruinas que dejaron los tiempos de exuberancia irracional como Refena, el Circuito de los Arcos, Navarra Arena, etc. Por otro lado están tres sociedades privadas cuyos dueños son Caixabank, heredera de CAN, una constructora en quiebra y la empresa editora de “Diario de Navarra”. Los tres socios privados suman la mayoría de la propiedad pero se han negado a financiar el proyecto, de modo que ha sido el socio público, minoritario en la empresa, el que ha estado invirtiendo recursos públicos, primero en forma de préstamos, y a partir de este año, en forma de subvenciones directas a fondo perdido de los presupuestos públicos. En esta tesitura, el organismo fiscalizador propone que la compañía se convierta en empresa pública. Una decisión lógica y sensata teniendo en cuenta la nula aportación privada y la catastrófica situación financiera.

Sendaviva es un ejemplo de manual de los desastres que demasiado a menudo encierra la colaboración público-privada. El sector público interviene para asumir el riesgo del proyecto, tenga o no mayoría, mientras que la parte privada, si los hay, se lleva los beneficios; y en caso de que haya pérdidas, será la administración pública la que termine asumiéndolas para evitar males mayores. La idea de privatizar beneficios y socializar pérdidas ha alcanzado una dimensión que está colocando al sector público a merced del capital privado, una carga que hipoteca el futuro del estado de bienestar.