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UN AMOR

Demasiados puntos supensivos


La adaptación cinematográfica de la obra de Sara Mesa, bajo la dirección de Isabel Coixet, se sumerge en un mar de puntos suspensivos, planteando un desafío considerable al espectador al intentar sumergirnos en la vida de una joven treintañera en su búsqueda por reconstruir su existencia en un entorno rural. La trama deja en manos del público demasiadas incógnitas que no se despejan de manera clara. Esto se evidencia en la hostilidad inexplicada del casero hacia la recién llegada, las insulsas insinuaciones amorosas de un vecino convertido en estereotipo predecible, y un polémico trueque de sexo por servicios de reparación orquestado por un vecino cuyo perfil, en apariencia opuesto al de la protagonista, añade otra capa de complejidad al conjunto.

A pesar de la correcta dirección de Coixet, la película no logra eludir metáforas demasiado evidentes, momentos de intensidad dramática forzados y el diseño de la protagonista, presentada como una especie de figura enigmática. La puesta en escena no consigue transmitir al espectador las razones detrás de su deseo heterodoxo, dejándola como un personaje que se descubre un tanto gris.

TOXICIDA

d Aunque Laia Costa ofrece una interpretación esforzada y en su mayoría magnífica, la película no puede sostener adecuadamente el peso de su personaje. La narrativa se inclina hacia un retrato crítico de la masculinidad y su toxicidad y una representación confusa de los deseos femeninos. A medida que la trama se acerca a los límites de un cuento de terror, “Un amor” da un giro y concluye con unas secuencias concebidas como liberadoras. Sin embargo, esta última parte se desvincula deliberadamente del relato anterior, ofreciendo un cierre brusco que busca transmitir optimismo pero que amplía la sensación de confusión.