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Neologismo


Andaba rumiando sobre las veces que he debido renombrar alguna actividad o bautizar a algún movimiento que aparece con fuerza, para quedarse o para marcar una tendencia pasajera. En ocasiones esos nombres aplicados forman parte de una estrategia de mercadotecnia. No existen ya monólogos, ahora hay unipersonales, lo que apoyo de manera incondicional. Hay muchos más casos flagrantes, y con algunos de ellos he mostrado mis dudas. No entiendo porque llaman teatro documental a relatos lineales o sacados del periodismo o las sentencias judiciales cuando en los años sesenta existió un magnífico movimiento de Teatro Documento con Piscator y Weiss a la cabeza que nos dejaron las claves para el tratamiento de esos momentos históricos contados de manera tangencial. Y las herramientas narrativas escénicas apropiadas.

Paso de puntillas por la autoficción que encuentro es un juego de manos o de palabras, un lugar común para convertir todo en una confesión o sesión terapéutica, con frecuencia egocéntrica. Acabo de estar en una reunión de directoras de festivales de teatro en donde ha aparecido una noción, un nombre que me fascina: “artivismo”, la fusión entre arte y activismo. Y con ese neologismo, con mis reticencias fundamentalistas ya que aseguro que el teatro siempre es activista, asumo su utilización para indicar de manera fehaciente una de las actuales funciones de las Artes Escénicas.