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«Fatxaborroka»


Llevamos casi dos semanas de retransmisión televisiva en directo y en abierto de los incidentes que el facherío organiza noche sí y noche también en los alrededores de la sede del PSOE en la madrileña calle de Ferraz. La serie se inició con unas impactantes imágenes en las que Esperanza Aguirre mostraba, una vez más, sus dotes de lideresa, esta vez de la guerrilla urbana, e incitaba a los suyos a cortar la carretera en el marco de una manifestación no comunicada, y, por tanto, contraria a la legislación vigente en la materia. Sorprendía el tono de los comentarios porque se presentaba el hecho como una simpática travesura.

Desde entonces, es casi como un ritual porque ya se sabe que al atardecer, la muchachada brazo en alto la liará parda, tirando piedras, botellas, petardos o bengalas, mientras unos intrépidos reporteros y reporteras con casco hacen sus pinitos como corresponsales de guerra, solo que en vez de hablar desde Gaza, lo hacen desde los alrededores de Princesa. También en estos casos los comentarios son en la línea de que por quemar contenedores o lanzar proyectiles a la pasma no van a ir a la cárcel, cuando en Euskal Herria, por hechos similares, son muchos los jóvenes que se han tragado penas de cárcel más graves que las de homicidio con el pretexto de que sus actuaciones eran en connivencia con los fines ETA. Se evidencia así que lo que se castiga no es el hecho en sí, sino quién lo comete y con qué fin: en unos casos es cuasi terrorismo y, en otros, espontáneas protestas contra el «sanchismo» y la Ley de Amnistía.

Todos los idiomas toman expresiones de otros. En el caso del castellano y el euskera, podíamos poner como ejemplo kaleborroka o amnistia osoa, que durante muchos años fueron estandarte de la lucha por la libertad de los presos vascos, hasta que alguna luminaria decidió que era inconstitucional. Ahora en cambio, lo de la amnistía, parece más un vocablo tomado del catalán. Pero los tiempos y las circunstancias son cambiantes y habrá que intentar que a los presos vascos les llegue el Gordo de la libertad, o, cuando menos, la pedrea.