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Artificio


Una luz trazó una curva blanquecina en el cielo de las Landas durante la noche del sábado. Ni cometa, ni avión, ni fuego de artificio: aquello fue la estela luminosa de un misil de esos que lanza Corea del Norte, pero en este caso disparado por el ejército francés desde su base de Bizkarrotze, a 150 kilómetros de la engorrosa ikastola de Beskoitze. Eso sí, el lanzamiento se hizo con cabeza, no nuclear claro, sino con sentido común, teniendo la delicadeza de enviar el proyectil al Atlántico Norte en lugar de al Mediterráneo, pensando sin duda en la seguridad de los migrantes que arriesgan su futuro en balsas precarias hacia el continente europeo, quién sabe si hacia el país de la libertad y de los derechos humanos, ese que anda ahora mismo tejiendo una ley migratoria que despojará a los sin papeles de toda humanidad, impidiendo incluso que tengan acceso a la sanidad pública universal. Esos extranjeros son un problema. Los que llegan con visa de turista, en cambio, forman parte de la solución, con billetes que no se invertirán ni en educación, ni en hospitales, sino en armamento, de ese que se envía a esos países desde donde la gente acaba huyendo para terminar siendo rechazada a las puertas de este primer mundo, cada vez más bélico y oscuro, e iluminado por un cada vez más peligroso artificio.