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LA ERMITA

Misterios, brumas y drama


Tras el éxito de “Cerdita”, Carlota Pereda reincide en el terror con esta propuesta que cambia los paisajes áridos de Extremadura por las brumas y bosques de Euskal Herria, territorio inspirador de leyendas y mitología.

“La ermita” también quiere ser más que un filme de género e incluye un giro hacia el drama con matices sobrenaturales, alejándose del “slasher”. En lugar de seguir la línea de un asesino en serie y sus conexiones con la protagonista acosada, la película se adentra en un estilo más cercano al drama. A medida que revela sus intenciones, recuerda ese tipo de filmes en los que los niños usan la fantasía como escape de la realidad.

El enfoque inicial se centra en el misterio y el thriller, con una niña que con la ayuda de una una incrédula y falsa médium (Belén Rueda), intenta comunicarse con los espíritus, en concreto, con el alma de una niña que fue encerrada durante la peste negra en la ermita del pueblo.

No obstante, la verdadera intención de la niña es mantener la conexión con su madre, que sufre de cáncer terminal. Es una pena que la cineasta haya optado por caminos más convencionales, priorizando escenas emotivas y evitando que la historia transite hacia terrenos más valientes y relacionados con la propia riqueza de los mitos y leyendas, con matices de novela gótica. Aunque las interpretaciones son correctas, especialmente las de Loreto Mauleón, quien interpreta a la madre de la niña protagonista, y Maia Zaitegi, que logran transmitir el drama familiar buscado por Pereda.

La conexión entre estas escenas y el resto de la película, sin embargo, no está muy bien engarzada en la trama y el conjunto termina inclinándose hacia lo emocional y relegando lo fantástico y terrorífico a un segundo plano y a pesar de las grandes posibilidades que contenían.