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La maleta recuperada de Nicolás de Lekuona contiene guerra, vanguardia y preguntas

En 2019 llegó al Museo de Bellas Artes la maleta en la que la familia de Nicolás de Lekuona (Ordizia, 1913-Fruiz, 1937) había guardado durante décadas objetos personales, cuadernos y cartas del pintor y fotógrafo. Su contenido aporta ahora más piezas con la que componer el puzzle de la biografía de un Lekuona poliédrico y contradictorio.

Cuadernos, cartas, dibujos... el contenido de la maleta es ecléctico. (Oskar MATXIN | FOKU)

Nicolás de Lekuona es de esos personajes históricos que provoca fascinación y muchas, pero muchas, preguntas. Pionero del arte vasco de vanguardia con sus fotomontajes y sus fotografías, murió por ‘‘fuego amigo’’ el 11 de junio de 1937 durante un bombardeo en el frente de Fruiz, en Bizkaia, cuando transportaba heridos con los camilleros del Ejército golpista. ¿Era él también franquista? Posiblemente no, aunque es difícil afirmarlo categóricamente. Lo que es objetivo es que fue movilizado o reclutado por las fuerzas fascistas tras la caída de Gipuzkoa y también que, como apunta la historiadora de arte y comisaria Miriam Alzuri, «Jorge Oteiza no le perdonó que no se fuera con él en 1935 a Argentina».

Porque Lekuona era amigo de Oteiza, también del poeta Narkis Balenciaga, y se relacionó con el poeta Esteban Urkiaga Lauaxeta... ¿Por qué no huyó de Ordizia? Alzuri apunta que su padre acababa de morir y no quería dejar sola a su madre. El hecho es que aquel joven, que había descubierto la vanguardia y el surrealismo durante sus estudios en Madrid y soñaba con ser arquitecto y sacar fotografías, fue reclutado e hizo formación militar en Burgos.

ONDARROA, EL FRENTE Y LA TRISTEZA

En una carta datada el 21 de abril de 1937 en Ondarroa, en cuyo sobre se ve el sello de haber pasado la ‘‘Censura militar”, el joven no cuenta gran cosa de la guerra, solo las difíciles condiciones en las que vivían: «Os escribo desde el que fue seminario [de Saturraran]; dormimos en el suelo de unos largos dormitorios y resulta un poco duro, pero no pasamos frío, que es lo principal (...). Pertenecemos a la brigada mixta FN (flechas negras) y nuestra misión es transportar los heridos que los camilleros recogen en la línea de fuego; recogemos los heridos leves, con un balazo en una pierna o un brazo y los llevamos por el monte a la carretera, que es donde están las ambulancias».

Por cierto, extraño paralelismo, a Lauaxeta lo mataron en la cárcel de Gasteiz los fascistas el 25 de junio, pocos días después de que Lekuona muriese en el frente. Pocos días antes, Lauaxeta había sido detenido en Gernika. Ambos, a pocos kilómetros el uno del otro, en bandos contrarios.

A Manuel de Lekuona -firmaba con k- no lo reivindicó para sí el bando vencedor. La memoria de este joven, de mirada afilada, frente amplia y que gustaba de posar con una pipa en la boca, no fue recuperada hasta 1979, gracias a la experta Adelina Moya. Ha sido objeto de diferentes exposiciones durante estos años, tanto en Euskal Herria -el Bellas Artes le dedicó tres exposiciones en 1979, 1982 y 1983- como fuera de aquí, con obras en el Reina Sofía, el IVAM o en Estados Unidos.

Sus dibujos y escritos, mientras, seguían en la maleta de Ordizia y, tras la donación por la familia del artista al Museo de Bellas Artes en 2019, ahora se pueden ver en la sala 17 del museo bilbaino. «Ha sido uno de los pocos artistas vascos en instalarse en el retrato internacional del arte de vanguardia anterior a 1956», advierte Azuri.

TRAS LA CÁMARA

De formación ecléctica y prácticamente autodidacta, y procedente, según algunas fuentes, de una familia liberal, Manuel de Lekuona fue a estudiar en 1932 a Madrid a la escuela de aparejadores. En los tres años que vivió en la ciudad, se sumergió en la vida cultural y en 1934 participó con veinte fotografías, un fotomontaje y once pinturas en la muestra de la sala Kursaal titulada “pintura-escultura-fotografía. balenciaga-lekuona-oteiza”.

En 1935 regresó a Ordizia y empezó a trabajar en Donostia como aparejador en el estudio del arquitecto Florencio Mocoroa. Dos años más tarde estaba muerto.

En la muestra se pueden ver dos lienzos, uno de ellos un retrato de su hermana Beatriz (1935), que tiene mucho de fotográfico, máscaras realizadas en papel encolado y gouache, fotografías realizadas con aquella Canon de sus inicios -luego se hizo con una Leica-, fotomontajes que sorprenden por lo modernos que resultan, y trabajos de diseño gráfico y arquitectónico.

Llama la atención la correspondencia guardada, así como los tres cuadernos con anotaciones de sus años de formación en Madrid, entre 1932 y 1935. Hay 37 hojas de transcripciones de poesías de Iparragirre, Juan Ignacio de Iztueta o Indalezio Bizkarrondo Bilintx, anotaciones y citas de artistas, textos sobre cubismo u ocho hojas sueltas con poemas de García Lorca.