GARA Euskal Herriko egunkaria

La nueva escultura vasca rompe con la piedra, el hierro y el olvido

Un Mikeldi de grandes dimensiones, la reproducción en madera de la escultura vasca más antigua que se conserva, se ha venido construyendo desde principios de mes en Durango. Icono y reivindicación a la vez, es la imagen representativa de la primera feria de la escultura vasca que terminará con el fin de este año y con la que los artistas que se expresan con esta disciplina lanzan un toque de atención.

Imágenes del interior y el exterior de la feria, con el Mikeldi de madera. (Fotografías Endika PORTILLO | FOKU)

Basarte, la primera feria de la escultura vasca, arrancó el mismo día en el que la Azoka convertía un año más a Durango en la capital cultural de Euskal Herria. Basarte no cerró tras aquel puente festivo, sino que sigue con las puertas abiertas hasta el 30 de este mes, en el que dirá adiós.

La feria está organizada por Eskuahaldunak eskultoreen elkartea, la asociación que reivindica, aglutina y quiere sacar a la luz pública el trabajo de los escultores vascos.

«Es como si la escultura vasca hubiera desaparecido de la escena. Eso no significa que los escultores hayamos desaparecido, porque somos gente que tenemos un recorrido y una trayectoria de décadas, y evidentemente seguimos ahí, pero nuestra presencia en la sociedad y nuestra presencia mediática es prácticamente nula. Con este tipo de eventos tratamos de recuperar esa parcela de importancia», explica el artista Guillermo Olmo, presidente de Eskuahaldunak.

UNA HISTORIA MASCULINIZADA

En 2023 ya estuvieron en la Azoka, pero ahora han ganado en espacio expositivo, al ocupar la sala Gandarias, al lado de Landako. Allí se muestran las obras de 75 escultores y escultoras. ¿Han vendido bien? «La escultura no se está vendiendo en Euskal Herria -explica Olmo-. Aquí no ha habido el movimiento que queríamos, pero se han vendido bastantes piezas».

Llama la atención el grito de alerta de estos artistas, cuando el arte vasco de vanguardia ha estado compuesto por grandes escultores: Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Nestor Basterretxea, Vicente Larrea, Remigio Mendiburu, Ricardo Ugarte... la lista es larga.

Olmo achaca parte de esta falta de repercusión a la falta de interés de los medios, más centrados en otras disciplinas más rompedoras y espectaculares. También hay un cambio generacional: «Yo creo que tenemos un público un poco maduro, que ha convivido con la escultura y que la admira y la sigue. Ese público se está haciendo mayor y lo que nosotros tratamos es de sumar otras generaciones, tanto incorporando a nuestro grupo a gente joven como también acercando la disciplina a otro tipo de público».

Búsqueda de nuevos materiales, de nuevas estéticas... entonces, ¿qué queda de aquel arte vasco de vanguardia? «Aunque mantenemos unas constantes, en general se está perdiendo el hilo conductor con aquellas décadas y aquellos artistas. Yo creo, de hecho, que su peso en las nuevas generaciones es insignificante. A las jóvenes generaciones poco les ha influido», añade.

Bueno, no todo es malo. Aquella vanguardia era muy rompedora... pero muy masculina. «Es muy importante la incorporación de la mujer. La mitad de la sociedad no estaba representada en la escultura vasca. Ahora mismo todavía somos mayoría los hombres, pero en las generaciones que se están incorporando hay una mayoría de mujeres». Algunos nombres, para que nos vayamos quedando con ellos: Amparo Lozano, Adriana Praderas, Susana Bart, Uxue Lasa, Luisa Aldaburu, Maite Cantó, Amaia Conde, Silvia Etxandi...

En el exterior está el Mikeldi de madera, casi acabado. Es una reproducción en madera de la escultura en la que quienes habitaban estas tierras hace 2.300 años retrataron a un jabalí, un animal sagrado. Es el nexo de unión con el pasado, a través del volumen y el tacto.