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«Tardía carta al Olentzero»


Hace ya muchos años, concretamente en 1947, en el Ayuntamiento de Donostia, se dio lectura a un informe de la Alcaldía-Presidencia con este texto: «El contratista, don Ignacio Eneterreaga, presenta un escrito acompañado de memoria y planos de proyecto de construcción de un aeropuerto en el término municipal de San Sebastián, terrenos sitos en el distrito de Alza, concretamente en Garbera. El alcalde propone la inmediata remisión al Ministerio». Este informe nos dice que la actual «afición» de las entidades públicas por promover macroproyectos no es una novedad, como se viene escuchando en los últimos años.

Aunque inicialmente pudiera parecer otra cosa, el intento, la pretensión de reflexionar sobre la validez de una u otra política económica, supone −de hecho- afrontar un problema mucho más político que económico, de ahí mi atrevimiento.

Soy consciente de que una verdadera alternativa al modelo actual debe situar la recuperación y expansión del empleo en el eje de su estrategia. No puede ser de otra forma, ya que como se viene demostrando desde hace décadas, un modelo basado en el planteamiento actual de la competitividad y las exportaciones no tiene, ni va a tener en el futuro próximo, la capacidad de arrastre suficiente para proporcionar los puestos de trabajo necesarios.

En mi opinión, para generar empleo es imprescindible fortalecer y articular la estructura productiva en un volumen notablemente superior al que las exportaciones pueden absorber. Y a esa deseable y necesaria situación solo se puede llegar mediante el crecimiento de la demanda interna.

No son necesarias lentes especiales para ver con claridad que, a pesar del aumento de las exportaciones de las que tanto se alardea, habiendo disminuido gravemente la demanda interna, el desempleo crece de manera evidente.

Creo que incluso quienes justifican el evidente fracaso, sobredimensionando la tan llevada y traída «interdependencia» de los mercados, debieran comenzar a pensar en modelos endógenos, propios, donde la demanda interna y el empleo sean los ejes centrales.

La precaria situación en la que estamos inmersos muchos vascongados y navarros es fruto de la idea de la competitividad basada en la permanente disminución de los costes laborales, ignorando que el empleo y los salarios son fuente importante de la demanda.

Hoy sería impensable establecer una economía cerrada, cierto, eso es evidente, pero una serena mirada a la situación de la economía productiva y los miles de cadáveres abandonados en los polígonos industriales de nuestro país nos indican que hay que evolucionar. Y evolucionar significa, en mi opinión, considerar y priorizar el crecimiento interno, propio, como eje central.

Vivimos inmersos en un sistema con una política económica que consiste en ofrecer las mejores condiciones posibles al capital extranjero y las multinacionales que operan en este ámbito. Es por eso que los mandatarios autonómicos exhiben ufanos su participación en macroproyectos, eso sí; con un retorno «fascinante».

Esta es la razón por la que se hunden miles de unidades productivas que trabajan −trabajaban- para el mercado interno, que genera una economía especialmente vulnerable a decisiones tomadas lejos de los centros de trabajo, sin posibilidades de ofrecer una solución al problema del empleo.

En una estrategia alternativa como la que se propone en estos párrafos, el sector público debiera ser más creativo, regulador y conductor de la economía, en lugar de abandonar toda la responsabilidad al mercado. Es imprescindible buscar una combinación armoniosa entre el sector público y el privado. Esto no tiene por qué implicar el deterioro de la actividad privada, sino al contrario, debiera crear condiciones favorables para su expansión, pero eso sí, dentro de una mejora de las condiciones de vida de la mayor parte de la población asalariada.

El contenido de estos párrafos no es un canto al sol, ni una carta al Olentzero. En estos párrafos se ponen preguntas sobre la mesa, preguntas que alguien debiera responder. ¿En estos momentos, hoy, se está desarrollando «todo» el capital privado o solamente la parte más poderosa? ¿Qué está pasando con la mediana empresa que opera para el interior, que son mayoría y absorben la mayor proporción de mano de obra y no tiene capacidad exportadora?

Una política económica diferente y alternativa como la que se apunta en estos párrafos es viable y no existe razón alguna para que, junto al capital autóctono, no se acepten las inversiones directas del exterior, la tecnología extranjera y las empresas transnacionales, siempre que encajen en el diseño productivo establecido. Es decir «cuidando» la deuda externa.

Lo que aquí se expone trata de evitar la «transacción» más estimada; «trae dinero-toma terreno y hormigón», eje y causa de los desorbitados beneficios de los que algunos hacen gala. Cierto que no es novedad, pero desde hace algún tiempo, está resultando especialmente «práctico» el huso de prótesis que regeneran la correcta posición cervical.

Gestionar el capital público no significa «solo» incluir los CEO de las empresas multinacionales que operan en el territorio, entre los que comparten «mesa y mantel». Así, los unos aportan opciones de negocio, mientras los otros «agradecen» el trato.

Esto se da «también» en la producción de aceros especiales, es decir: «Materiales compuestos −mezclas- con alta sinergia».