05 JAN. 2024 Libertad de expresión total y absoluta Carlos GIL ZAMORA Analista cultural La muerte del cómico Paco Arévalo me proporciona la oportunidad de instalarme en la contradicción más serena. ¿Qué hacemos con las veces que hace unas décadas nos reíamos a carcajadas con sus chistes de gangosos o de mariquitas? Sí, cada una de nosotras, cada uno de los que hoy renegamos y señalamos a este cavernícola por sus ideas políticas, durante un tiempo admitíamos sin ninguna reticencia esos chistes sobre personas con discapacidades o con otras tendencias sexuales. Lo hacíamos sin remordimientos, no estábamos educados: ¿Éramos homófobos, sexistas, racistas y despreciábamos a los diferentes? De todo un poco. He sido muy exigente al señalar el contenido de obras de teatro, canciones, series o películas. Un exceso de intolerancia, porque si bien algunos consideramos estas cuestiones como prioritarias, es cierto que, en ocasiones intentamos hacer una simbiosis extraña entre persona y creador. Y colocado el asunto en el plano de las formas, o de ese misterioso concepto de calidad, hay grandes artistas en todos los órdenes culturales que son personas alejadas de nuestro ideario y que hasta pueden ser en lo más estricto de sus comportamientos personas repudiables. No hay que poner ningún límite a la libertad de expresión. Ninguno. En absoluto.