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Riesgo de reedición en Yemen de una guerra que «nadie» quiere

Las consecuencias de los cien días de bombardeos indiscriminados de Israel contra Gaza no solo amenazan ya al comercio y la economía mundiales. EEUU, que precedió a Arabia Saudí a la hora de salir del avispero yemení, podría provocar la vuelta a la guerra. Mal negocio para ¿todos?

(Mohammed HUWAIS | AFP)

Con su sable curvo al cinto y masticando khat, la hoja con efectos estimulantes de un árbol que crece en la zona, los huthíes pasaron de ser un grupo rebelde del norte de Yemen a conquistar buena parte del país.

Y, con sus asaltos desde patrulleras y helicópteros a los barcos «con intereses israelíes» que cruzan el estratégico mar Rojo, se han convertido en el principal, después de Hamas, quebradero de cabeza desde el inicio de la enésima ¿guerra? en Gaza. Por delante de un Hizbulah con el freno pisado.

CHIÍES INTEGRISTAS

Los huthíes han recibido el nombre de su fundador y líder del clan homónimo, Hussein Badreddin al-Houthi, quien fundó en los 90 el movimiento Ansar Alah (Partidarios de Dios) a estela de Hizbulah. Murió en un ataque del Ejército yemení en 2004.

Ellos se hacen llamar Ansarolah y son originarios del norte montañoso. En realidad son zaidíes, rama local del chiísmo que profesa el 30% de la población yemení.

Discriminados históricamente -lejos queda su imanato hasta mediados del siglo pasado-, exigieron tras la primavera yemení de 2011 un Estado confederal.

Tras la negativa del nuevo poder que sustituyó al sátrapa Ali Abdallah Saleh, se apoyaron en sus seguidores para tomar el control de la capital, Sana’a, en 2014, lo que les abrió la puerta para hacerse con el control del centro- oeste del país.

CON EL APOYO DE EEUU,

saudíes y emiratíes le declararon la guerra en 2015 apoyando al Gobierno legítimo en el exilio.

Pero los huthíes tienen algo más que sables, y sus misiles y drones de inspiración, o fabricación, iraní, alcanzaron objetivos estratégicos en Ryad (Aramco, el aeropuerto internacional) y Abu Dhabi.

Animadas por EEUU, que lo último que quería era enfangarse en otra guerra tras los fiascos iraquí y afgano, las satrapías del Golfo firmaron en 2022 un alto el fuego y el año pasado comenzaron a negociar intercambios de prisioneros. El puerto de Marib, en el suroeste, vivió una congelación del frente.

Conocidos por su integrismo religioso -que se lo digan a las yemeníes del norte-, tienen justa fama de temerarios y feroces, y su lucha primero contra la intromisión de Arabia Saudí y su «solidaridad proactiva» con Gaza luego les granjea crecientes apoyos entre los suníes.

Cuentan con unos 200.000 hombres. Washington y Ryad tienen que estar mirando con desesperación a Israel y su determinación de proseguir con la carnicería en Gaza. Porque la crisis en el .ar Rojo podría provocar la reanudación de la guerra en Yemen. Una guerra que nadie quiere. ¿Nadie?