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Gaza: encendamos la luz de la solidaridad


Más de un centenar de días de ataques. Un centenar de días en los que los bombardeos indiscriminados de las fuerza israelíes han dejado más de 25.000 víctimas mortales en la Franja de Gaza, de las que un 70% eran mujeres y niños, según cifras que maneja la ONU. Estos cien días se han sucedido tras más de dos décadas de bloqueo por tierra, mar y aire, cien días en los que la población palestina se ha visto privada de suministros básicos tales como el agua o la electricidad, además de forzada a desplazarse, entre otras violaciones de derechos humanos. Se trata del saldo que está dejando la masacre en Gaza.

El genocidio contra el pueblo palestino está dejando en una posición muy comprometida a la comunidad internacional, en especial al entramado surgido tras la II Guerra Mundial, con las Naciones Unidas como punta de lanza, que se muestra incapaz de imponer las bases para una salida dialogada y negociada al conflicto, ante unos Estados que ignoran abiertamente sus recomendaciones y hacen oídos sordos a las declaraciones del Gobierno de Israel. Y es que, hasta la fecha, nadie le ha parado los pies a Benjamín Netanyahu, inmerso en una espiral de venganza. Una huida hacia adelante en toda regla, que no ha causado más que horror y devastación en la región, ahora convertida en un polvorín donde se entrelazan diferentes intereses y se suceden los conflictos.

Prueba de ello es la escalada de tensión que se vive estos días, por ejemplo, en el mar Rojo, donde fuerzas yemeníes, en solidaridad con el pueblo palestino, están llevando a cabo una campaña de ataques contra las vías de navegación comercial, perturbando seriamente el comercio internacional. Esta campaña ha sido duramente reprimida por bombardeos estadounidenses y británicos en suelo yemení, lo que, además de suponer una violación de la soberanía de Yemen, podría desencadenar un conflicto más amplio en la región, lo cual supondría una irresponsabilidad flagrante por parte de las potencias occidentales.

Pero también se esconde una luz de esperanza en la penumbra que representa el contexto actual, donde los intereses de unos y otros prevalecen sobre los derechos humanos. La demanda presentada por Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), además de representar la defensa legítima de la humanidad, supone un intento para que la barbarie israelí en Palestina no quede impune, una tentativa para ocupar el vacío dejado incomprensiblemente por la comunidad internacional por parte de un país que conoce de primera mano las consecuencias de la opresión y la lucha por la igualdad.

Euskal Herria también está siendo pionera en las muestras de solidaridad con el pueblo palestino. Somos el pueblo de Gernika, una nación solidaria y con memoria, que se solidariza con los pueblos oprimidos a lo largo y ancho del planeta. Han sido miles las personas que han secundado las movilizaciones organizadas por la iniciativa popular Gernika-Palestina, ya sea en la multitudinaria manifestación que se llevó a cabo a finales de octubre en Donostia, en el mosaico humano gigante que se confeccionó en la villa vizcaína representando la bandera palestina y parte del cuadro ‘Guernica’ de Picasso, el cual traspasó las fronteras mediáticas vascas o en la exitosa movilización convocada por Yala en Iruñea. Son miles también quienes ahora aportan recursos económicos para apoyar a la población palestina y las iniciativas legales en su defensa, a través de estas dos plataformas, es hora de que todos y todas aportemos en la medida de nuestras posibilidades.

Ahora más que nunca, es hora de redoblar los esfuerzos para que la masacre israelí en Gaza ni caiga en el olvido ni quede impune, así como de multiplicar las muestras de solidaridad con el pueblo palestino para que el eco de las mismas resuene en la Franja, pero también en Ramallah, Nablus o Jenin, donde la brutalidad israelí golpea estos días con dureza, es hora de encender una luz de solidaridad. Por Palestina y por los derechos del pueblo palestino, por su derechos nacionales y su derecho a constituir un Estado propio y viable.