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EDITORIALA

Conflictos laborales que en realidad no lo son


La empresa Glavista de Laudio se dedica a la fabricación de parabrisas para automóviles desde hace 90 años y era propiedad de la multinacional americana Guardian Glass. Fue vendida en 2020 al fondo de inversión suizo Parter Capital, que en menos de dos años consiguió llevarla a preconcurso de acreedores. Una oferta de compra de un grupo de inversor destapó que la venta a Parter fue en realidad una maniobra fraudulenta de Guardian para deshacerse de la producción y los trabajadores. Además de quedarse con el activo más valioso, los terrenos en los que se ubica la empresa -que se negó a vender al grupo inversor-, se convirtió en el principal acreedor de la compañía, lo que dejaba en sus manos la llave en cualquier decisión sobre el futuro de Glavista.

En esta operación especulativa no llama tanto la atención que fondos y multinacionales se alíen para cerrar empresas y enriquecerse con el patrimonio. No es la primera maniobra de este tipo y seguramente no será la última. Destaca, sobre todo, que un fondo de inversión que está siendo investigado por la Audiencia Nacional por otros fraudes pueda seguir operando con total libertad. Llama asimismo la atención que a nadie sorprendiera una venta en la que el vendedor se quedaba con la parte valiosa en estos tiempos de especulación financiera -el solar- y se desprendía de lo carente de valor especulativo, esto es, de la producción y los trabajadores. Lo que ya no extraña tanto es la actitud de la Administración, siempre dispuesta a proporcionar ayudas -2,5 millones de euros en subvenciones-, pero que se lava las manos en cuanto las cosas se tuercen. Como siempre, es la plantilla la que se moviliza en defensa del empleo y de la economía productiva, de unos puestos de trabajo con los que no se puede especular, que pertenecen a una comarca a la que dan mucha vida.

La inversión extranjera, que tanto mima la administración con ayudas y políticas fiscales laxas, rara vez aporta saber hacer o nuevos clientes al tejido industrial. La mayoría solo busca especular y obtener beneficios rápidos. Está claramente sobrevalorada. Al final, suelen ser los trabajadores los que terminan defendiendo el empleo y el tejido productivo.