GARA Euskal Herriko egunkaria

Estrella distante


Una yonki a la que conozco de vista desde siempre, una chica de mi generación, una superviviente por tanto, habla con su madre, mantienen algo parecido a una conversación, a cámara lenta, enojada, una conversación que tiende al esguince, a la precariedad, al acabamiento; la vejez maltrecha y el enajenante delirio. Tengo la tentación de transcribirla, sus palabras despatarradas, pero les pertenecen a ellas dos; me siento un espía, un voyeur de palabras perdidas, un cotilla de la intimidad ajena por mucho que esta suceda en plena calle y yo solo tenga que demorar un poco el paso o hacer como que me detengo en un escaparate.

Cada vez más, ahí parado, en cualquier lugar, observando fragmentos de tantas vidas alrededor, me asalta el extraño pálpito de que nada tiene explicación, de que todo es muy confuso, casi siempre más bien incomprensible. Y que, sea como fuere, así está bien. “El sol que nos alumbra hoy procede de la luz extinguida de miles de imaginaciones muertas”, leo en un relato de Eloy Tizón: la ilusión y el milagro de la literatura, de esas palabras que nos regalan luz y calor y un poco al menos de sentido, y que nos alcanzan procedentes de estrellas distantes, y ya muertas.