27 FéV. 2024 GAURKOA Martín Villa se va de bolos Sabino CUADRA LASARTE Abogado Martín Villa, aquel a quien tan benévolamente se denominó «la porra de la Transición» por su papel al frente del Ministerio del Interior durante los años 70 del pasado siglo, está de gira, de bolos. Es lo que parece deducirse de su presencia en Cáceres e Iruñea estas últimas semanas para participar en distintos actos de carácter político-cultural y el anuncio de otros posibles a dar en fechas próximas. En Cáceres, el acto fue patrocinado por la multinacional y siempre benefactora empresa de seguros Mapfre, primera en su ramo en el Estado español, con unos beneficios declarados de 692 millones de euros en 2023. El cartel de feria anunciaba a Martín Villa como primer espada, a Alfonso Guerra de picador y al expresidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, como banderillero. La conferencia tenía por título “La transición española. Un ejemplo de convivencia entre españoles”. ¡Ahí es nada! Un par de decenas de asociaciones memorialistas locales y estatales, entre ellas la Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina, criticaron fuertemente el acto. A los efectos oportunos, recordaron que Martín Villa sigue estando imputado en Buenos Aires en la querella tramitada por la jueza Servini, por nada más y nada menos que 12 asesinatos policiales cometidos mientras fue ministro en la década de los 70. Pues bien, ¿cómo puede permitirse que en una Universidad, más aún en su Facultad de Derecho, un personaje con semejante currículum sea recibido bajo palio y además lo haga con el patrocinio financiero de una multinacional? Por cierto, ¿alguien sabe a cuánto está el caché de Martín Villa y sus compañeros de cartel por participar en un acto de esta clase? Lo de Iruñea fue algo parecido. Aquí vino a presentar un libro de Jaime Ignacio del Burgo −tal para cual−, dirigente máximo de la UCD navarra durante la transición, titulado “El Amejoramiento del Fuero, casa del pueblo navarro”. El acto no era nada inocente, pues acaba de iniciarse en Nafarroa el debate institucional y social sobre la reforma de su estatuto de autonomía y el estatus de la Comunidad. Se pretendía así, como quien no quiere la cosa, influir en aquel de manera torticera por parte de quienes fueron dos de sus principales protagonistas. La presentación se realizó en un hotel y las entradas para esta estaban todas reservadas. No pudimos entrar en el acto. En cualquier caso, la asociación Sanfermines 78: gogoan!, convocó una concentración ante el lugar donde se iba a celebrar aquella. Su objetivo era «expresar su rechazo a la presencia en Iruñea de quien es hoy, en vida, el más claro exponente de lo que fue el franquismo y su criminal represión. Para decir a Martín Villa que no le queremos, que se vaya y no vuelva más». Acudieron a la misma unas 500 personas y se recordó a su vez a este que el Ayuntamiento de la ciudad le había declarado en 2019 «persona non grata». Total, que la foto que buscaba junto con Jaime Ignacio del Burgo, apareciendo ambos como máximos santones forales, se les jodió de medio a medio, pues la noticia mediática fue la de la concentración de rechazo realizada y no el panegírico soltado en el hotel por él y su primo hermano. Por si alguien no lo sabe o lo recuerda difusamente, durante los sanfermines de 1978, Martín Villa fue el responsable político principal, en cuanto ministro del Interior, del alevoso crimen de Estado protagonizado por su Policía en aquellas fiestas. De su intervención a base de porra, pelota, gases, pistola, subfusil y fusil de asalto Cetme, se derivó un joven muerto, Germán Rodríguez, once personas heridas de bala, varios cientos más atendidos en centros sanitarios, una ciudad arrasada y unas fiestas reventadas. Pocos meses antes, en enero de 1978, dos miembros de ETA murieron tras una emboscada policial. En el tiroteo también falleció un inspector de policía. Tras estos hechos, Martín Villa, ministro del Interior, no tuvo mayor empacho en afirmar: «Dos uno a nuestro favor». Luego, tras los sucesos de sanfermines, en una entrevista televisiva hecha el 14 de julio, tampoco se cortó un ápice: «Lo nuestro serán errores, lo de ellos crímenes». Profundas reflexiones éticas que junto a otras del pelo le sirvieron para ser nombrado en 2013 miembro del la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Y ahí sigue. Pocas personas como la jueza María Servini, quien tramita desde su Juzgado de Buenos Aires la denominada «querella argentina», ha sintetizado mejor lo que fue la represión llevada a cabo por los aparatos policiales durante la transición. En su auto de procesamiento por homicidio y torturas contra Rodolfo Martín Villa, de 16 de octubre de 2021, la jueza afirmó: «Toda la estructura represiva montada por el régimen franquista siguió funcionando bajo la dirección de la nueva dirigencia política a cargo del proceso de transición (...). Se mantuvieron las normas, estructura, agentes y las prácticas represivas propias de aquel, y se les aseguró a las fuerzas de orden público la impunidad de su actuación por todos los medios a su alcance. Martín Villa ocupó una posición preponderante en esa estructura jerarquizada de poder a través de la cual se propagaron las órdenes hacia quienes resultaron ejecutores directos de los delitos. Villa impartió las directivas generales y particulares en esta materia». En la canción de Lluís Llach, “Campanadas a mort”, compuesta en recuerdo a los sucesos del 3 de marzo de 1976 de Gasteiz, en los que cinco trabajadores resultaron muertos alevosamente por disparos policiales, se dice lo siguiente: «Assassins de raons, de vides, que mai no tingueu repòs en cap dels vostres dies y que en la mort us persegueixen les nostres memorias» (Asesinos de razones y de vidas, que nunca tengáis reposo a lo largo de vuestros días y que en la muerte os persigan nuestras memorias). Pues eso, sabed que siempre, hoy y mañana, en el más acá y el más allá, allá donde vayáis u os encontréis, os perseguirán nuestras memorias y nuestras voces. Durante los sanfermines de 1978, Martín Villa fue el responsable político principal del alevoso crimen de Estado protagonizado por su Policía