GARA Euskal Herriko egunkaria
EDITORIALA

La masacre de la harina, otro crimen de guerra a añadir al expediente del genocidio sionista


Esta semana finalizaba el mes de plazo que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) otorgó al Gobierno de Israel para enviar su informe sobre el cumplimiento de las medidas fijadas al objeto de evitar el genocidio contra el pueblo palestino. El Gobierno de Benjamin Netanyahu confirmó que había entregado el informe en el que, según informó “Haaretz”, simplemente volvía a negar las acusaciones de la demanda sudafricana.

Sin embargo, uno de los puntos clave del dictamen del CIJ era «adoptar medidas inmediatas y efectivas para permitir la prestación de servicios básicos y asistencia humanitaria». Su incumplimiento es indiscutible. La masacre de la harina, en la que más de 100 palestinos han muerto acribillados por disparos israelíes al ir a recoger esa ayuda humanitaria, es el último episodio de la infamia sionista.

LA HAMBRUNA COMO ARMA

Hace ahora un mes, nada más conocerse el fallo del CIJ, Israel decidió atacar a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA por sus siglas en inglés), acusándola de tener entre su personal a una docena de personas implicadas en los ataques de Hamas del 7 de octubre. Eso supuso que 16 estados donantes -incluidos algunos de los más importantes, como EEUU, Canadá, Australia o Alemania- cortasen los fondos. El pasado viernes la ONU recordó que Israel no ha ofrecido ninguna evidencia que justifique esas acusaciones.

De las 30.000 personas que trabajan en esa agencia, 13.000 lo hacen en Gaza, lo que la convierte en el principal instrumento internacional para el reparto de la ayuda humanitaria. Su disolución es una demanda histórica del sionismo, porque no acepta el censo de los y las refugiadas que han expulsado de Palestina en los sucesivos pogromos.

En este momento, llevar la UNRWA al colapso es parte de la estrategia militar, del asedio contra Gaza. Más de medio millón de personas, un cuarto de la población que sobrevive en la Franja, está al borde de la hambruna, lo que afecta especialmente a niños y niñas. Por ejemplo, el 70% de los menores han sufrido diarrea en las dos últimas semanas, consecuencia de la falta de comida y agua potable.

Tras el inicio de la ofensiva militar, hace ahora 150 días, la entrada de camiones de ayuda se ha reducido de 500 diarios a menos de cien. Utilizar la hambruna para el castigo colectivo de un pueblo entra de lleno en la definición de crimen de guerra y supone una prueba más del genocidio que Israel lleva contra la población palestina.

La aniquilación de toda la infraestructura sanitaria en Gaza hace inviable la asistencia a quienes sufren malnutrición o tras una matanza como la de esta semana. A tiros, a bombas, de hambre, de traumas o de patologías, la cifra de 30.000 palestinos muertos seguramente se quede muy corta.

EN EL LADO CORRECTO DE LA HISTORIA

Es obscena la forma en la que el Ejecutivo israelí está cometiendo crímenes de guerra, reivindicándolos orgulloso y a la vez negando su responsabilidad. Que el Ejército muestre imágenes de drones para refutar la masacre de la harina, cuando exponen la matanza, es significativo de su desconexión con la realidad. Los sionistas creen que el mundo no les entiende, cuando es al revés. Su posición es sostenible por la complicidad de EEUU, potencia a la que Netanyahu no tiene empacho en ningunear y chantajear.

Mientras tanto, las sociedades de todo el mundo -incluida la vasca- recapitulan los crímenes sionistas, ven con espanto el genocidio y muestran a diario su solidaridad con Palestina. Esa presión social se debe mantener para lograr un alto el fuego, el fin de la ocupación y la persecución de los genocidas.