GARA Euskal Herriko egunkaria
EDITORIALA

Protocolos equivocados, opacos y mal aplicados


Un hombre de 36 años sufre un brote psicótico tras haber consumido droga y pide ayuda porque tiene paranoia y se siente amenazado. La Policía Municipal de Astigarraga le asiste y tranquiliza, hasta que llega la Ertzaintza. La unidad de intervención rápida Bizkor se hace cargo, lo retiene y lo aísla dentro de su edificio. Se abre un espacio de opacidad. Dicen que lo han tenido que reducir porque estaba violento. Una situación que parecía encauzada se descontrola. Registran la vivienda. No dejan acercarse a su pareja ni a una vecina enfermera que previamente le había asistido. Lo trasladan inerte a la ambulancia. Eneko Valdés, así se llama, está muerto o moribundo para entonces. Los sanitarios no lo podrán revivir. Fallece.

La autopsia da cuenta de numerosos golpes, algunos de los cuales parecen porrazos -en la cabeza y en todo el cuerpo-, y tiene tres costillas rotas. No puede determinar por ahora la causa de la muerte. La unidad Bizkor utiliza pistolas Taser, del todo desaconsejadas para personas bajo los efectos de la droga o con enfermedades mentales. Todo el mundo entiende que podría ser una parada cardiorrespiratoria, sin duda. Pero eso mismo no despeja lo que pasó en el rellano donde estuvo en manos de la Ertzaintza. La Policía, que habitualmente informa de todo tipo de sucesos, intervenciones y curiosidades, no ha hecho público lo sucedido, que tuvo lugar el 2 de febrero, hace mes y medio. Aun así, la Comisión de Control y Transparencia lo analizó, pero entendió que no había caso porque no está claro que Valdés estuviese bajo «custodia policial» al morir. Claro que golpear a alguien y dejarlo ir no parece una práctica policial lógica. Debería aclarar con qué lo redujo. Si estaba tan violento, la custodia parece obligada.

Todo indica que Eneko Valdés no necesitaba una intervención rápida, sino una asistencia pausada. En principio, no era un peligro más que para sí mismo. Él llamó a la Policía para pedir ayuda. Pero la Ertzaintza le aplicó un protocolo equivocado, o se le aplicó mal. Y murió. Luego ha ocultado lo sucedido. No han acertado en nada, y alguien debería dar explicaciones y asumir responsabilidades.