08 AVR. 2024 KOLABORAZIOA Carta abierta a la embajadora de Israel Pedro José LARRAIA LEGARRA Excma. Señora D.ª Rodica Radian-Gordon, embajadora de Israel en el Reino de España y Andorra. Benjamín Netanyahu dijo tras el asesinato de seis cooperantes de la ONG World Central Kitchen (WCK): «Estas cosas suceden en la guerra». Señora embajadora: ¿el asesinato de seis millones de judíos por los nazis también lo definirían ustedes como «cosas que suceden en la guerra»? Sus monstruosidades −el genocidio al que están sometiendo al pueblo gazatí, con el único objetivo de exterminarlo para quedarse con sus territorios−, les perseguirán durante decenios. Con su manera de proceder han creado las condiciones para que en Oriente Próximo la paz sea imposible. Son, además, una amenaza para el equilibrio de todo el planeta. Como diría Hannah Arendt, ustedes han banalizado un horror y un espanto que podría extenderse a todos los países colindantes y acabar arrastrando a las grande potencias. Y todo en nombre de un dios que no existe, de un ídolo, de un becerro de oro. El Dios verdadero les increpa día tras día: «Caín, ¿dónde está Abel, tu hermano?». «No sé, ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?». Y aunque sus oídos −los de su Gobierno, sus Fuerzas Armadas, sus servicios de inteligencia y sus inicuos colonos cómplices− están taponados por el fanatismo y no quieren escuchar, Él les repite una y otra vez: «¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra». Tras esta barbarie, nunca serán felices ni como pueblo, ni como nación, ni como personas. Para poder convivir en armonía con sus vecinos, tendrían que reconocer el enorme dolor y la injusticia causados. Y repararla. Cosa que ni hoy, ni mañana, ni pasado, harán. Se lo prohíbe su religión. Después de la Shoá no han aprendido nada, absolutamente nada. Rentabilizan cínicamente su condición de pueblo perseguido para chantajear al auditorio mundial y, de esta manera, justificar sus crímenes y atropellos. Una humanidad, en gran parte presa del miedo e insensible a las atrocidades ajenas y que recurre, cada vez con más frecuencia, a la extrema derecha como tabla de salvación, está sirviendo de cortina de humo para que ustedes puedan matar impunemente todo lo que se les ponga por delante. Pero ustedes saben muy bien que los procesos de violencia resultan inmanejables luego de iniciarse. «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista./ Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata./ Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista./ Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío./ Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar» (Martin Niemöller. Pastor luterano alemán, 1892-1984). Es muy difícil de entender que una persona, perteneciente al género que transmite la vida, pueda ser representante de un gobierno abominable y perverso que está poniendo de manifiesto lo peor de la condición humana. Escuche a su conciencia profunda, señora embajadora, deserte y pásese al bando de los derechos humanos. Si lo hace, descubrirá el sentido de la existencia. Por regla general, en los funcionarios de su condición, los diplomáticos, la razón de Estado prevalece sobre las consideraciones éticas. Aun así, le deseo que todo esto le llegue a remover, la haga dudar, le origine una crisis de valores, la descoloque, la inquiete y no la deje dormir. Que Yahvé los confunda.