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30 AÑOS DEL PRIMER TRIUNFO DE LA FUNDACIÓN EUSKADI CON AGUSTÍN SAGASTI EN LA ITZULIA
Entrevue
Miguel MADARIAGA
Presidente de la Fundación Euskadi de 1993 a 2017

«Aquellos años perdí mucho de mi vida y lloré con la primera victoria»

El máximo responsable de la Fundación Euskadi desde 1993 hasta que cede el testigo a Mikel Landa en 2017 recuerda al cumplirse ayer 30 años de la primera victoria del equipo con Agustín Sagasti en la Itzulia en Azpeitia los difíciles inicios de un proyecto que logró ser la mejor selección vasca en el deporte e inundar con la marea naranja las carreteras del Tour.

(Luis JAUREGIALTZO | FOKU)

 

La vida de Miguel Madariaga (Andraka, Lemoiz, 1944), que acaba de cumplir 25 años con la Gela Pedagogikoa, está marcada por su trabajo como taxista. Le llevó a tener relación con los ciclistas a los que llevaba a las carreras, a trabajar con la base del ciclismo y a plantearse en 1992 cuando era chofer del diputado general de Bizkaia, José Alberto Pradera, la posibilidad de imitar lo que el Athletic era en el fútbol. Así nació el primer equipo Euskadi en 1994 con penurias económicas hasta que Euskaltel y las instituciones lo apoyaron para convertirlo en un modelo único que estuvo en el Tour desde 2001 hasta que en 2013 rompió con un proyecto que ha dado la oportunidad de pasar a profesionales a 165 jóvenes y muchas alegrías a los vascos, a los que unió como ningún otro.

¿Cómo nace la Fundación Euskadi en un viaje al Tour de 1992, que salía de Donostia?

Empecé a trabajar en la Diputación y se fija en mí José Alberto Pradera, al que llevé a ese Tour con dos amigos a ver la llegada a Lourdes y la salida siguiente. Hablamos en el camino de mi vida, de lo que había visto. Alberto era un enamorado del ciclismo y buscaba siempre soluciones. Veíamos las cosas que se necesitaban y nos preguntábamos si ahí no podíamos nosotros hacer algo, que para eso hay que conocer la formación. Yo era un trabajador de la Diputación me reunía con su secretario, Juan Carlos Urrutxurtu. Alberto le daba sus órdenes, me llamaban sobre cómo tenía que ir y ahí se empezó a fraguar lo que fue la Fundación Euskadi.

La idea era hacer un Athletic del ciclismo con sus normas. Urrutxurtu consiguió sus estatutos y los nuestros fueron casi calcados a los del Athletic. Se empezó a trabajar y yo le reconocía a Alberto que no veía las cosas muy bien. Le tenia un respeto muy grande. Teníamos ilusión. Alberto y Juan Carlos hablaron en la Diputación, me dijeron que tenía que ir a las reuniones a escuchar. A la primera fueron los tres presidentes de las territoriales, el de la Vasca, Jaime Ugarte, Julián Eraso, Ibáñez de Arana, que había sido presidente de la Española... Ahí se hizo el primer presupuesto y Alberto se vio en un momento delicado porque era increíble.

Juan Carlos Urrutxurtu me dijo cuando salió de la reunión que «mañana Miguel a las 8.00 en la Diputación. Esto no me gusta nada, no va a ser así». Se hizo otra reunión distinta porque el presupuesto de los sueldos era impresionante. El ciclismo estaba montado así, no había más remedio, y en una reunión se decidió todo con Juan Carlos Urrutxurtu y algunos diputados más.

En el primer equipo de 1994 estaban Pello Ruiz Cabestany, Javier Murgialday, Juan Carlos González Salvador, Rubén Gorospe, Juanto Martínez...

Alberto Pradera le dio mucha importancia a Jaime Ugarte, que era presidente de la Vasca y tenía mucho poder porque había una ley para no pasar más de tres aficionados y él lo trabajó en Madrid. Hizo el equipo de manera desagradable. Alberto me dijo que yo tenía que ser el presidente, pero siempre con Juan Carlos Urrutxurtu. El equipo no funcionaba porque se hizo sin una base sólida desde abajo. Se empezó la casa por el tejado y así fue...

Desde el nacimiento había problemas económicos. Llegaba el final de mes y no había dinero para pagar a los corredores. Se hizo captación de socios, se decidió ir adelante con el proyecto, todo eran buenas palabras, pero nadie metía las manos en el bolsillo. Nos vimos Juan Carlos y yo muy mal año y medio. Las deudas nos ahogaron y nos embargaron a los dos nuestros bienes. Alberto fue relevado de diputado general en 1995. El nuevo, Josu Bergara, y su segundo, José Luis Bilbao, vieron que las cosas económicas estaban mal y se arregló para que en varios años se pagara la deuda.

¿En esos comienzos duros cómo se vivió la primera victoria de Agustín Sagasti?

No pude ir a la carrera porque no cobraba nada de la Fundación, tenía que ir a todas las reuniones, cumplir mis horas en la Diputación y trabajar en mi sala de masaje, donde veía las etapas en la televisión. Me había comunicado el director Txomin Perurena que estaba bien organizado para ganar esa media etapa. Fue algo grande, lloré mucho tiempo con esa victoria. No podía con lo que tenia dentro, era muy duro. Aquellos años perdí mucho de mi vida, que no lo quiero ni nombrar. Y esa victoria fue un apoyo. Lo celebré con la gente que estaba en la sala de masaje. Fue una inyección de ánimo, pero al día siguiente volvían los nubarrones.

La Fundación Euskadi se volcó con Agustín Sagasti tras su accidente meses después...

Fui testigo en el juicio con el abogado de Agustín, que estaba solo con tres abogados de la Guardia Civil, tres de la Vuelta a los Valles Mineros y dos del coche que provocó el accidente. Me preguntó el abogado de la Guardia Civil por qué le había firmado tras el accidente para que tuviera una protección, que sabía mucho de ciclismo. Cuando lo trajeron al hospital de Basurto no tendría más de 40 kilos, encima de una sábana blanca. Le dije que no sé si soy inteligente, pero usted es un analfabeto en el ciclismo. Para hacer eso hay que estar en el ciclismo. Todavía vive su padre y sabe que hice mucho por Agustín hasta que se marchó cuando él quiso.

¿Cómo se consigue pasar de aquella situación crítica al apogeo con el apoyo de Euskaltel y de las instituciones?

Con José Luis Ardanza como lehendakari y Juan Jose Ibarretxe de vicelehendakari, venia a Zamudio Euskaltel, una empresa nueva, y me armé de valor y me fui a hablar con Ibarretxe. Se nos obligó a coger a unos corredores y eso nos perjudicó. Se hizo todo lo posible en esa idea, pero todo salía mal y propuse a José Luis Bilbao trabajar la base, hacer una escuela. Nació la Gala Pedagogikoa en 1998, formamos una estructura para trabajar desde juniors, con un equipo amateur, el Orbea continental y es la base en la que se apoyó el ciclismo en todo Euskadi.

Tuve que coger una excedencia, de algo debía vivir y se me puso un sueldo que era una cuarta parte del que tenía el director deportivo, Txomin Perurena. En aquel momento el barco estaba en altamar a la deriva y Miguel antes de morir se agarraba a lo que fuera para que no desapareciera. Tuvimos que hacer fraude, con el dinero que se retenía se pagaba a los ciclistas. Al final me libraron del castigo pagando al mes una cantidad. Había que tener una entrada de dinero...

Cuando entra Euskaltel, quería asumir la responsabilidad porque eran los que ponían el dinero. Todos los años, cinco o seis veces, me veía fuera. Fue duro para mí, pero se consiguió ir al Tour y ganar la primera etapa con Laiseka en Luz Ardiden. Todo me salió bien y fue para mí la salvación, abrir ese camino, porque el Tour lo da y lo quita todo en el ciclismo. Aquello salvó la Fundación, con la llegada de Ardanza a Euskaltel e Ibarretxe de lehendakari, que por la Fundación hizo muchísimo. Fue un balón de oxígeno.

¿Qué supuso ganar en el primer Tour de 2001 en Luz Ardiden con Laiseka, que también logró las primeras etapas en la Vuelta en 1999 y 2000?

Por cogerle a Roberto se me discutió mucho, como a César Solaun, chicos responsables y corredores de categoría, auténticos. Iba en la fuga con Laiseka, hice rápidamente desde el coche muchas cosas y, cuando lo tenía arreglado, vinieron el director Julián Gorospe y Ardanza. Cumplieron lo que dijeron dos personas y Roberto ganó la etapa. Lloré mucho aquella etapa y en aquel Tour.

Se vio todo lo que hizo el equipo y la Fundación por Euskadi. Cuando Juan Mari Aburto me dijo para poder traer el Tour a Bizkaia le dije que lo iba a intentar. Hablé con el Tour a través del director de la Vuelta, Javier Guillén, y me dijo que sí. Hubo otra gran machada de la Fundación que fue después de 33 años traer la Vuelta a Euskadi, se hizo con el equipo y ganó Igor Antón en Bilbao. Es lo más grande que he vivido. Hay muchas cosas que tengo para contar, pero ninguna como ésta. Javier Guillén me dijo que no fuera por el desvío, que le siguiera. Entramos a la par en la meta, cosa que no ha pasado nunca, salvo algún despiste. Ese día no era persona, me cuesta hablar al recordarlo...

¿Siente que no se ha valorado lo que supuso aquel equipo?

Siento que no se ha valorado ni se está valorando. Te duele, pero estoy feliz por lo que conseguimos, sobre todo creamos una afición que se está perdiendo. El ciclismo ha evolucionado, pero en Euskadi la Fundación puso al ciclismo en un escaparate al que no volverá. No tiene nada que ver lo que pasa ahora con esa época y aquellos años tan brillantes.

Y tampoco su labor, siempre cuestionado por su carácter...

Se me apartó de la Fundación, la cogieron otras personas... Al ser de sangre caliente hice declaraciones que no sentaron bien. El carácter me ha perjudicado mucho por ser demasiado directo y no callarme las cosas como otros. Uno de mis problemas más gordos son las declaraciones que hice cuando me preguntaron por la desaparición del Euskaltel. Dije que era como si tienes un hijo, lo entregas vivo y fuerte y a los seis meses te lo devuelven muerto. Eso caló hondo en mucha gente porque me echaron y no me arrepiento de decir la verdad. Nadie me preguntó por qué dije eso, señal de que sabían lo que había.