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Pello Otxandiano: nuevo estilo de discurso


Algunos medios de comunicación de ámbito estatal, parte del gabinete Sánchez y algunas asociaciones de víctimas han salido en tromba −a raíz de una entrevista radiofónica a Pello Otxandiano− a embarrar el final de la campaña y descalificar al candidato, intentando polarizar la campaña en ETA. Sin embargo, el debate a siete en ETB2 no ha entrado por esos vericuetos, lo que es de agradecer, porque hubiera sido tanto como volver a centrarse en el pasado para hurtarnos otro futuro. No cabe descartar que en los últimos días ese tema reaparezca. Y a futuro es un tema pendiente.

Asimismo, la agresión sufrida por Imanol Pradales en las horas previas concitó el unánime rechazo. El debate que siguió, aun siendo propositivo, sí ha significado un punto de inflexión en la argumentación de los candidatos de PNV y PSE-EE, al alimón, respecto a EH Bildu. Han pasado a una versión agresiva y descalificatoria, vistos los buenos datos que le auguran los sondeos a esa formación: ser la primera fuerza en votos y escaños en las elecciones autonómicas del 21 de abril.

Todo parece valer para que el sorpasso no se confirme en las urnas y quepa presentar como un fracaso −a pesar de un imponente ascenso− que EH Bildu no logre, a la postre, ser la primera fuerza, si así ocurriera. Esa es la pretensión porque agitar el espantajo de que EH Bildu pueda gobernar en solitario, como ha hecho Eneko Andueza (PSE-EE), está fuera de lo imaginable cuando, además, el discurso de Otxandiano se basa en la cooperación y la transversalidad.

Se han asustado porque una parte importante del electorado, más allá del tradicional de la izquierda abertzale, quiere dar un toque al sistema político de la Comunidad Autónoma para que cambie de registro −el déjà vu de los últimos gobiernos de coalición− y afronta, con ojos nuevos, los retos en los temas de vida: sanidad, empleo, educación, ecología, fiscalidad o capacidad de decidir.

Ciertamente, EH Bildu propone un modelo de cambio suficientemente ilusionante, por sus apuestas: la soberanía estratégica en recursos; un bienestar equitativo (servicios públicos, vivienda, juventud, fiscalidad); una transición eco-social; un sistema educativo digno; el empujón a la cultura, el euskara y la creación propia; la defensa de las libertades democráticas, incluida la legalidad ordinaria penitenciaria; la transformación de la administración pública; una gobernanza participativa y feminista; y un nuevo estatus político en clave decisoria.

Todo interesante, pero lo más relevante es el nuevo estilo de gobernanza que propone: transversal, flexible, de geometría variable, buscando acuerdos según cada problema, sin más vetos que a las derechas ultra y facha, y con el norte puesto en el giro a la izquierda y hacia la soberanía. Y no entra al trapo en la confrontación más ideológica para centrarse en señalar horizontes en positivo.

Y como se han asustado, PNV y PSE-EE han recurrido a sembrar miedos, como reflejo de los suyos propios.

Molesta en especial que la atracción de EH Bildu afecte tanto al electorado soberanista y nacionalista como al electorado de izquierda no abertzale, que ven que un gobierno PNV-PSE/EE no sería precisamente un gobierno ni de izquierdas ni de impulso a la libre decisión nacional.

La sana competencia entre EH Bildu y el primigenio Podemos toca a su fin. La confianza que antaño se le otorgó socialmente en Euskal Herria al fenómeno Podemos se ha dilapidado. A pesar de los programas solventes y bien explicados y de las buenas candidatas de Podemos y Sumar, estas formaciones a escala estatal han mostrado tanto inmadurez como desunión, por lo que su electorado de antaño -y más vistos los sondeos− parece tender a concentrar su voto en EH Bildu, que aparece, así, como la apuesta eficaz para empujar tanto en una orientación pragmática e inequívoca de izquierda como de un soberanismo más creíble y menos hipotecado.

En el debate en ETB2, Imanol Pradales ha exhibido las creencias y prejuicios del PNV en favor de la libre empresa sin «intervenir en la economía», a costa de los servicios públicos, se supone, vista la crisis de Osakidetza como el mejor ejemplo del fracaso de esa línea de trabajo. Asimismo, se mostró contrario a una reforma fiscal -se inventó que toca a 5.000 euros por contribuyente− que dote de un fondo para la reindustrialización como había propuesto Otxandiano. Y ha sacado a relucir «el estilo venezolano» de la propuesta económica de EH Bildu en lo que parece una comunión de ideas con el ultraliberal PP. Por su parte, el candidato Andueza se ha mostrado faltón, sobrado y cortante, opinando desde el latiguillo y desacreditando que EH Bildu pueda gestionar nada (¡pues sí que el derrumbe de Zaldibar fue un éxito de gestión!).

Por todo ello, y como casi siempre, votaré el próximo domingo a EH Bildu.