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Entrevue
Fernando Pairican
Doctor en Historia y experto académico en el movimiento mapuche

«Para el movimiento mapuche, el gran problema es el robo de madera»

Fernando Pairican es doctor en Historia y docente de la Universidad Católica de Chile. Ha centrado su investigación académica en el movimiento mapuche y es autor de libros como “Malon. La rebelión del movimiento mapuche 1990-2013” o “La biografía de Matías Catrileo”, estudiante mapuche que perdió la vida por un disparo efectuado por los Carabineros.

(Guillermo SALGADO | AFP)

Fernando Pairican, doctor en Historia y docente de la Universidad Católica de Chile, atiende a GARA en el barrio de Ñuñoa de la capital chilena para charlar sobre el movimiento mapuche, condicionado por la expansión de las empresas madereras y conmocionado por la reciente condena a Héctor Llaitul, portavoz y figura principal de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), la organización que en este siglo XXI ha encabezado la lucha armada en Wallmapu, principalmente dirigiendo sabotajes contra empresas madereras.

El 27 de abril un atentado sin autoría reconocida terminó con la vida de tres carabineros en Wallmapu. El Estado chileno teme un incremento de la violencia tras la condena a Héctor Llaitul. ¿Podría radicalizarse el conflicto o estamos ante atentados de falsa bandera?

Hay pocos casos de montajes judiciales o policiales. Uno fue el de la muerte de Jaime Mendoza Collío [joven al que mató un carabinero durante la ocu.pación de un territorio en 2009]. Transformar on las pruebas, haciéndolo pasar como un enfrentamiento. Luego de un largo juicio se logró probar que habían generado un montaje. Pero autoatentados no hay muchos.

Sobre todo con tres carabineros muertos.

Sí, no me atrevería a asegurar algo así. Lo que hay es una arista que se ha investigado poco: carabineros destinados a los terrenos están vinculados con el tráfico de madera; algunos prestan servicios de custodia y son parte de la red de economía ilegal o ilícita. El conflicto mapuche es complejo, y una arista es la de la economía ilícita, que es el robo de madera. Para el movimiento mapuche es el gran problema desde hace 30 años. La industria forestal ha generado desigualdad y ha transformado el ecosistema, con una migración de trabajadores asociados al mundo forestal y la llegada de iglesias evangélicas. Hay una transformación del territorio, un nuevo tipo de colonialismo a raíz de estas plantaciones.

El Estado chileno y los empresarios ya no niegan la identidad mapuche. ¿Estamos ante un cambio en las políticas asimilatorias?

Hay tres aspectos que se interconectan. El primero es que desde la década los 90, con la transición democrática en América Latina y Chile, hay un mayor respeto por los derechos humanos e indígenas.

El segundo es el contexto de la era del reconocimiento, como lo llaman investigadores mexicanos, en el que existe el reconocimiento constitucional: el derecho a las lenguas, a la preservación, en algunos casos el derecho a la autonomía, que comienza a debatirse en el ámbito internacional.

Y el tercer aspecto, por lo menos antes de la primera convención constitucional en Chile, es una sensación general de que no hay un respeto suficiente a la identidad de los pueblos originarios y, por tanto, hay una colaboración. El cruce de estos debates lleva a reconocer los derechos colectivos del mundo indígena, pero el derecho a la autodeterminación y el derecho a la propiedad son los temas de fondo que no se han saldado en la Araucanía. Ahí es donde organizaciones [armadas] como la Coordinadora, la Weichan Auca Mapu (WAM) o la Resistencia Lafkenche tienen un espacio de legitimidad. Además, a raíz de los procesos constituyentes, hay un retroceso en lo construido desde la institucionalidad en la década de los 90.

¿Por qué muchos mapuche se posicionaron contra el primer proceso constituyente?

La realidad es que gran parte del pueblo mapuche no vive en el territorio mapuche, vive en Santiago, en sectores populares de cuatro comunas: La Pintana, Peñalolén, Cerro Navia y Quinta Normal. Es difícil dimensionar si votaron a favor de la convención, pero, como los escaños reservados fueron votos diferenciados, se puede ver que Santiago votó por actores del movimiento mapuche: Machi Linconao, Adolfo Millabur, Natividad Llanquileo, que fue vocera de los presos políticos en 2010. En Santiago hay sensibilidad hacia el movimiento mapuche.

En el territorio mapuche, los mapuche son minoría demográfica. Si uno hace una imagen con microscopio de territorios de alta densidad de población mapuche, como Padre Las Casas o Tirúa, el porcentaje de voto fue mayoritariamente en contra del proceso constituyente.

¿Qué factores lo explican? Hay temas de la convención que no convencían al mapuche rural. La plurinacionalidad puede ser un concepto muy abstracto, y luego hay cuestiones asociadas: una parte importante del mundo mapuche ha crecido en el evangelismo, y cuando desde la corriente feminista se plantea el aborto, se genera un rechazo.

¿Son hoy más conservadores que en los años 90?

Siempre ha sido una sociedad conservadora, una sociedad campesina que tiene cinco o seis hijos, que tiene una forma tradicional de enlace hombre-mujer. Otra cosa que influyó mucho fue la agenda animalista, por ejemplo, y la prohibición del rodeo, que lo practican los mapuche. El punto de vista urbano no llega a entender la lógica rural y agendas que no son propiamente mapuche influyeron [en el resultado de la convención].

¿Puede que el mayor problema para la consecución de los objetivos de la comunidad mapuche sea el proceso de migración hacia las ciudades?

Los estudios antropológicos muestran que no es así. En los escaños reservados, el mapuche urbano votó por figuras rurales, excepto por Elisa Loncón, que salió electa la última. No está claro que el mapuche pierda al venir a la ciudad. Esa era una lógica de los 70 y los 80: el que viene a la ciudad se awinka, decían, se achileniza.

Hoy no es así, el mundo mapuche urbano ha regenerado la cultura mapuche en la ciudad, con centros culturales y ceremoniales y, además, muchos [urbanitas] viajan al sur. Hay una relación urbano-rural más conectada que años atrás; a veces, esta identidad regenerada se radicaliza mucho más en las ciudades. Es un proceso dialéctico, son como espejos que se están mirando siempre. Se diferencian y contraponen, pero también tienen vínculos; son familia.

En Chile, la cultura mapuche se respeta siempre y cuando esté subordinada a los intereses de las empresas.

Las empresas forestales apuntan al reconocimiento de cuestiones indígenas porque tienen que cumplir con el impacto empresarial: sus productos van a Europa y existen unos estándares que tienen que cumplir. Otra de las transformaciones es incorporar a los mapuche a la producción, ya sea como trabajadores o como arrendadores de territorios que generen plantaciones forestales, una especie de miniproductores. Y esto está generando una fisura dentro del pueblo mapuche: algunos trabajan para las forestales y otros están en contra y consideran que estarían traicionando a la comunidad.

Mapuche contra mapuche.

Hay casos puntuales de atentados de un segmento del movimiento contra los mapuche que trabajan en las forestales. Uno de ellos es Santo Reinao, un dirigente de la octava región y contratista de las forestales que ha sufrido muchos atentados. La familia Reinao está asentada en el territorio desde el tiempo de los hispanos y tiene lógicas de negociar de poder a poder. Él [por Santo] ve que una forma de sacar a la gente mapuche de la pobreza es adaptándose a las plantaciones forestales y generando trabajo.

Aunque eso conlleve perder la relación con la tierra.

Esa sería una visión, pero si él estuviera acá le diría que ‘yo vivo acá, soy campesino, agricultor, y sigo viviendo como mapuche’. Él observa que es necesario incorporar a las forestales para revertir la pobreza. Es otra salida, diría que la más multicultural, pero genera también conflictos en el mundo indígena. Y el gran problema son las forestales.

El pueblo mapuche quiere que se le reconozca el derecho a la de autodeterminación. ¿Sería para ser un país independiente o como parte de Chile?

Hasta 2010 había un debate muy interesante en el movimiento mapuche que se ha estancado en los últimos años. El partido mapuche Wallmapuwen miraba mucho a Catalunya y entregó una propuesta de autonomía que, básicamente, sigue la lógica de Catalunya: se reconoce un espacio autonómico dentro de un Estado mayor. Luego hubo la propuesta de Identidad Territorial Lafkenche, que planteaba la idea de la autonomía; en 2006-2008 reflexionaron sobre la idea de construir el Estado plurinacional, y el punto de llegada de esa lógica fue la convención [constitucional].

Y luego tiene la tercera vía: la del control territorial y la autodeterminación que impulsan los grupos rupturistas, que buscan construir la autonomía desde abajo.



En grave estado el preso Guilermo Camus Jara

El estado de salud del preso político mapuche Guillermo Camus Jara, en huelga de hambre desde hace 100 días y de sed desde hace ocho en la prisión de Lebu, se ha agravado en las últimas horas, según informaron el colectivo de prisioneros y su familia, que señalaron que Camus no dejará su protesta hasta que sean respetados sus derechos como preso político mapuche y sea atendida su petición de traslado al Centro de Estudio y Trabajo (CET) de Cañete, rechazada cuatro veces por el Gobierno de Chile pese a cumplir todos los requisitos y a los informes favorables. Denunciaron que su situación es «irreversible». «Sus facciones son irreconocibles, no se puede sostener en pie, se encuentra somnoliento y los dolores son intensos en todo su cuerpo», dijeron. Según el médico que le examinó, presenta «alto riesgo» de arritmia cardíaca y un «gran deterioro global» respecto al examen anterior y con «alta probabilidad de paro cardiorespiratorio». Y solicitó su ingreso en el hospital de Lebu, ante «el peligro de muerte».GARA