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Nakba de la sociedad política


Cuando en un territorio dos opiniones se oponen, un criterio comienza y acaba por imponerse, no tanto según la valoración imparcial de la razón invocada, pero según la cantidad de personas que, convencidas o no, escogen una de las opiniones. Lo inmaterial (opinión) deviene material (cantidad). El problema de Palestina se juzga en Europa sobre el hecho de que residen en Europa menos palestinos (árabes) que israelitas (judíos). Así, trasladado el problema a residentes en Gaza y en Cisjordania, se trata de saber el futuro que decidirán la sociedad política y la sociedad civil.

El espectáculo grotesco que da la sociedad política en el mundo occidental, calificada de libre porque depende de los USA (¡!), hace reflexionar sobre otras estructuras de gestión política, entendiendo por política etimológicamente la que concierne la polis, la que se refiere a lo civil; pero, ¿cómo estructurarla? Existen en diferentes Estados una estructura civil, Consejo Económico y Social (CES), que en la CAV se denomina Consejo Económico y Social Vasco, cuando en realidad solo abarca una parte del territorio del País Vasco, Euskal Herria.

Ignorada su función por una inmensa mayoría de la sociedad civil, el CES, cuando se ve de lejos, se trata de un ilustre desconocido que, visto de cerca, genera interrogaciones sobre su utilidad.

En efecto, pretende ser un organismo de consenso, pero en sus estatutos incluye el derecho individual a veto. A pesar de la calidad indudable de sus técnicos, su misión de dar su opinión, su dictamen, su criterio sobre textos que pasarán al legislativo-ejecutivo de la CAV, en muchas ocasiones los análisis del CES son tratados por sus receptores después de que el tema analizado haya sido votado. En la mayoría de los casos, el CES es un florero sin flores generador de élites y, en casos contados, de líderes.

Es una lástima, porque se trata de un colectivo costoso cuyo tipo de funcionamiento corresponde a rebatir el espíritu de la sociedad política que pide a la sociedad civil «sé bella y cállate».

El intenso espíritu inicial que dio lugar a la estructura de la sociedad civil, el CES, en diferentes países, al cabo de unos años se redujo a cero.

Una de las razones es que ese tipo de organismos genera élites ligeramente obedientes a quien les ha designado y que a veces, raramente, devienen líderes; ocurre excepcionalmente que los líderes acepten convertirse en élites. Los líderes tienen el carácter de competir en su dominio sin salir en la foto, anhelo de gran mayoría de las élites.

La política nos ofrece un campo de observación en el que catalogamos a personas con verdadera personalidad de líder, sean de nuestra sensibilidad política o contraria a ella. Los líderes nefastos son devastadores.

Citemos algunos líderes: Hitler, De Gaulle, Trump, Izaskun Bilbao, Juanjo Ibarretxe, Xabier Arzallus, Tierno Galván, Manuela Carmena, Dolores Ibárruri, Iriarte, Otegi, Belén González Peñalva, Díez, Etchegaray (Iparralde), Beherocoirigoin.

Sorprende la atribución errónea del concepto de líderes a personajes políticos que han mostrado su anhelo de actuar como élites, sin más.

Me viene a la memoria Felipe González, «el pretendido socialista» que ya reveló desde su comienzo político en Suresnes su fragilidad de convicción intentando suprimir en su partido la referencia al marxismo. Su hoy anegado Guerra lo impidió. Centrista quizás; los centristas tienen cierta querencia a la soft derecha.

La cuestión es que el fracaso de la gestión por la sociedad política invade el concepto de lo grotesco en el Estado español, cuyo Parlamento se lo pondría difícil a Diógenes si deseaba encontrar un líder político incluso con una lámpara LED de alto lumen.

Debemos pensar en la gestión pública por élites de la sociedad civil. ¿Utopía? Frecuentemente designamos como utopía lo que por ignorancia nos parece inalcanzable. Las tasas de abstención en diferentes elecciones son prueba de la lucidez del capacitado a votar que simultánea con la altivez del candidato político; su real vocación se revela cuando se le pide contestar a la pregunta «¿usted qué desea, ser político o hacer política»? La diferencia entre líderes y élites es fácilmente detectable, desde el nacido a la política que dice «hacer política» al que responde «yo soy político». Y nos podemos entonces preguntar: «¿Qué es ser político?».

Los mayores enemigos de los líderes en política son aquellas élites, comprendidas las de su propio partido, actores y actrices de reparto que acaban como protagonistas... de reclamos publicitarios.

La gestión pública por la sociedad política ha quebrado en su aspiración a ser avalados por la sociedad civil. Los líderes defienden el referéndum que las élites recelan. Los líderes no traicionan, se traiciona por miedo. El líder obra por el pueblo sin exigir el palio.

El pueblo sabe que la explotación de su pretendida ignorancia ya no está justificada. Esta reflexión está provocada hoy por protagonismos grotescos de la sociedad política dominante, de la mayoría o de la oposición. La reacción de la sociedad civil, ya indispensable, empieza a surgir en diferentes territorios. El pueblo debe generar la solución de cambio de régimen como fue el caso en 1789, lejano pero eficaz. La responsable de la Nakba actual no es solo de índole política, a la apatía civil le corresponde su parte. Ya en el Siglo de las Luces Kant admiraba a Robespierre.

Cuando la sociedad política fracasa se moviliza la sociedad dominante civil, religiosa, militar. Conocimos y conocemos esas nuevas nakbas.

En nuestros días la valorización por reforma total de un Consejo Económico y Social (y Ecológico) con poder popular abierto a líderes desinteresados merecería ser explorada.

Disconformidad sin una acción coherente popular y voluntaria de rectificación, es sustento de élites.