22 JUIL. 2024 Fragmentos de un mundo inacabado Viandantes cruzando una calle de Manhattan bajo la lluvia, retratos de personas cuyos rostros se intuyen pero no se muestran del todo, juegos de luces y sombras… la muestra abierta en Artegunea reivindica la mirada poética de Saul Leiter. «No era pintor ni fotógrafo, era poeta», remarca Anne Morin, artífice del proyecto que recala en Donostia y que permite descubrir a un autor al que el reconocimiento, del que trató de huir, le llegó tarde. Anne Morin, en la muestra que alberga Artegunea de Tabakalera. (Gorka RUBIO | FOKU) XOLE ARAMENDI DONOSTIA «Yo no tengo una filosofía. Tengo una cámara. Miro a través de la cámara y hago fotografías. Mis fotografías son una ínfima parte de lo que veo que podría ser fotografiado. Son fragmentos de infinitas posibilidades». Con estas palabras del fotógrafo Saul Leiter (Pittsburgh, 1923 - Nueva York, 2013) se abre la muestra que le dedica Artegunea, la sala dedicada al arte de la fotografía en la Tabakalera donostiarra. La frase refleja el mundo infinito que se abría ante sus ojos. «Nueva York, esa ciudad cuyo horizonte es vertical, fue para Leiter el teatro de su poesía durante más de sesenta años. No paró de observarla como si no la hubiera visto antes. Nunca se dejó seducir por ella, por su carácter hegemónico, grandioso, mostruoso. No fue sensible a sus constantes estímulos. Se dedicó a recopilar lo infinitamente pequeño. Cuando fotografió en blanco y negro supo ver lo minúsculo porque sus ojos buscaban lo invisible», en palabras de Anne Morin (Rouen, 1973), comisaria de la exposición. A Leiter lo compara con un cirujano: «Practicaba una incisión en la epidermis de la realidad, no se centraba en toda la piel», agregó en la presentación al mencionar su deseo de mostrar hasta el detalle más pequeño. Siempre con instantes ligados a lo cotidiano: «Leiter encontró lo extraordinario en lo ordinario, no necesitó buscarlo muy lejos», subrayó. La cámara era su mejor instrumento para enfrentarse a a la realidad que lo rodeaba, aunque fueron los pinceles y lienzos su primera vía de expresión. Oxígeno en un entorno hostil. La biografía y, sobre todo, el entorno familiar, influyó de manera crucial en la personalidad y en la trayectoria artística de Saul Leiter. Nacido n 1923 en una familia judía practicante, su padre, Wolf, era rabino ortodoxo y consideraba que el destino de sus hijos varones estaba marcado antes de su nacimiento: serían rabinos siguiendo los pasos de su padre y de su abuelo. La única aliada que tuvo Leiter fue su madre, Regina. Fue ella la que le regaló su primera cámara -«algo intolerable para su marido», según Morin-. Y también fue ella la que lo apoyó económicamente en los momentos en los que lo necesitó, que fueron más de uno, ya que vivió en la más absoluta precariedad. VIBRACIÓN Morin es directora diChroma photography, la empresa que ha producido la exposición. Desde el principio se sintió fascinada por las imágenes de Leiter: «Sentí una vibración al verlas», reconoció en su presentación ante la prensa. Ha pasado infinidad de horas estudiando su archivo para compartirlo ahora con los espectadores. Tras pasar por Arles y Londres, se puede ver en Donostia hasta el 10 de noviembre. Posteriormente viajará a Estocolmo. Son 172 fotografías originales -inéditas algunas-, junto a cerca de cuarenta cuadros, así como documentos, revistas, cuadernos y cámaras que pertenecieron a Leiter. A través del montaje, en la que destaca la ausencia de estructuras de cualquier tipo, la comisaria ha querido evocar un territorio sin límites, sin horizonte, porque «el mundo de Leiter se extiende, se despliega, se expande» también. Libertad. Fue la eterna búsqueda de Leiter. «No participó en ningún movimiento ni grupo artístico, político o social. Si tuviéramos que identificar a Leiter con un colectivo por su manera de ser, sería con la Beat Generation, en permanente búsqueda de la libertad. Leiter fue durante toda su vida un vagabundo libre, que recopiló pequeños fragmentos de un mundo inacabado», explicó la comisaria de la muestra. «El corazón» de la muestra está en el centro de la sala. Simboliza la habitación del fotógrafo, el lugar donde creó la serie titulada “In My Room”. Son fotografías protagonizadas por sus amigas y sus amantes, que posaron desnudas en momentos de intimidad. «Esta serie es la única a la que Leiter puso título y es, asimismo, el único punto neurálgico, la única pulsión, la única contracción espacial y temporal de esta vasta extensión que es su obra. Es un lugar central, el lugar secreto de la libertad; una libertad sin límite que le pertenece plenamente. Son imágenes fotográficas en blanco y negro, y ninguna en color a las que Leiter volverá en algún caso años después para pintarlas, cubrirlas y borrar sus rostros y sus cuerpos con color y fondos lisos. En formato muy pequeño podemos descubrir un conjunto de 40 obras», indicaron. En la exposición también se incluye un fragmento de la película “In No Great Hurry: 13 Lessons in Life with Saul Leiter”, filmada en la intimidad del estudio del fotógrafo entre 2010 y 2011. El documental retrata de forma íntima al fotógrafo, quien hace balance de su vida en su apartamento de la calle 10 de Nueva York, lo que nos permite conocer mejor al autor. La película se podrá ver en su totalidad en el programa público en la sala de cine de Tabakalera. A NUEVA YORK Leiter tenía 23 años cuando decidió irse a Nueva York. Su padre no quiso saber nada de él al ver que su hijo no iba a cumplir sus planes. Las dificultades materiales no asustan a quien acaba de perderlo todo. «Se volvió una especie de clandestino, clandestino de su propia vida, como si viviera en el tiempo de prórroga, escapando a lo que para él suponía una condena de muerte», en palabras de la comisaria. Esa clandestinidad le llevó a guardar distancia de las personas fotografiadas en el momento de tomar las imágenes. «Casi no se ve la cara, se las ve de espaldas o de perfil. Refleja la distancia que tenía con respecto al mundo que lo rodeaba», indicó Morin. Fue fotógrafo de moda durante dos décadas, pero tampoco encajó en aquel mundo. «No quiso adecuar su narrativa fotográfica a los cánones de la época y lo dejó», dijo la comisaria. Continuó con su camino en solitario, hasta se conoció al galerista Howard Greenberg, quien asumió la representación de su obra. Gracias a él llegaría su reconocimiento, aunque tardío. «Murió en 2013, cuando empezaba a crecer ese reconocimiento que no le interesaba y del que incluso huía», relató Morin. Leiter está considerado un pionero de la fotografía en color, pero su exhaustiva investigación ha llevado a Morin a concluir que, al contrario de lo que se ha sostenido durante años, en realidad donde destaca es en su trabajo en blanco y negro. De ahí que, como «un pequeña venganza», la amplia mayoría de las obras elegidas sean en blanco y negro. El afán de Morin ha sido descubrirl nuevas aristas, al tiempo que ha querido reparar el hecho de que el MOMA no le haya dedicado ninguna muestra siendo un pionero, algo inexplicable. HABITACIÓN«El corazón» de la muestra está en el centro de la sala. Simboliza la habitación del fotógrafo, el lugar donde creó la serie titulada ‘In My Room’. Son fotografías protagonizadas por sus amigas y sus amantes, que posaron desnudas en momentos de intimidad. CLANDESTINO«Se volvió una especie de clandestino, clandestino de su propia vida, como si viviera en el tiempo de prórroga, escapando a lo que para él suponía una condena de muerte» VAGABUNDO«No participó en ningún movimiento ni grupo artístico, político o social. Si tuviéramos que identificar a Leiter con un colectivo por su manera de ser, sería con la Beat Generation, en permanente búsqueda de la libertad. Leiter fue toda su vida un vagabundo libre que recopiló pequeños fragmentos de un mundo inacabado»