29 AOûT 2024 JOPUNTUA En dinero cada vez valemos menos Itziar ZIGA Escritora y feminista Vuelven a manifestarse Las Kellys, tras diez años alzadas. Subcontratas para explotarlas mejor, trabajo a destajo por sueldos ínfimos para dejar impolutas la habitaciones en tiempo inhumano, dolores articulares de levantar colchones buenos, de los que nos gustan, y de agacharse para recoger nuestra ropa tirada, que estamos de vacaciones, etc. Se automedican para aguantar, y para dormir: tienen pesadillas con camas deshechas hasta el infinito. Si tú dejas la habitación hecha un cristo, el hotel te cobrará un recargo a ti, pero a ellas no les pagará ni un céntimo más por haberse deslomado limpiándola. En su trabajo las horas no cuentan, cuentan las habitaciones: imagina tener que arreglar 24 en media jornada. Obviamente llegas a casa cuando llegas, sin cobrar ni un minuto extra. Las Kellys llevan una década alzadas, y siguen denunciando lo mismo, incluso sus condiciones laborales han empeorado mientras el turismo es cada vez más marabunta que lo devora todo. Como para dejarlo, el sindicato. El trabajo, no pueden. Hay que situarse honestamente en la pirámide laboral, saber dónde está una. A mí madre le tocó limpiar mierda ajena, yo solo limpio mi casa lo que me apetece. Pero muchas de las hijas de Las Kellys, serán kellys. «En vez de hablar del trabajo sexual en sí tenemos que empezar a hablar de qué trabajos nos quedan a las mujeres pobres, porque las mujeres pobres no tocamos el techo de cristal nunca. Una compañera de un barrio popular decía en un encuentro feminista: mira, yo el único cristal que rompí fue el de la vajilla que tuve que limpiar por años de mi patrona y que si lo rompía algo, me lo descontaba del sueldo. Nosotras no vamos a tocar nunca el techo de cristal, estamos todavía pisando un suelo pegajoso de barro porque las trabajadoras que venimos de los sectores populares tenemos trabajos de mierda». Se pronuncia Georgina Orellano, secretaria general del sindicato de trabajadoras sexuales de Argentina. Y las putas alzadas de Medellín dan título a esta columna. «En vez de hablar del trabajo sexual en sí tenemos que empezar a hablar de qué trabajos nos quedan a las mujeres pobres, porque las mujeres pobres no tocamos el techo de cristal nunca»