29 AOûT 2024 EDITORIALA Muchos interrogantes sobre la opa a Talgo Finalmente, el Gobierno español ha rechazado la OPA sobre Talgo lanzada por la compañía húngara Magyar Vagon y que los actuales dueños de la empresa avalan. Alega intereses estratégicos y «razones de seguridad nacional insalvables». El consorcio ha señalado que recurrirá la decisión. Los trabajadores señalan que no han tenido ninguna noticia. Talgo tiene una planta en la localidad alavesa de Ribabellosa y el portavoz de sus 700 trabajadores expresaba ayer que el tiempo pasa y el nerviosismo crece. No es de extrañar el desasosiego de los trabajadores, visto que Talgo no es precisamente una empresa que brille en los últimos años. En 2016 consiguió ganar -con una rebaja del 40% del precio de licitación- el concurso de Renfe para suministrar trenes de alta velocidad -los trenes Avril-, que ha entregado con dos años de retraso, lo que le ha costado una penalización de 166 millones de euros. Además, esos trenes están dando una media de seis incidencias diarias y son los responsables de prácticamente todos los problemas que Renfe ha tenido este verano, lo que induce a pensar que el producto de alta velocidad de Talgo no funciona correctamente y posiblemente acarree nuevas pérdidas a la compañía. El Gobierno español trató de armar una contrapropuesta a la OPA húngara, para la que tanteó, entre otras empresas, a CAF y a Criteria Caixa. Pese a fracasar, ha decidido vetar la oferta existente alegando «seguridad nacional», una fórmula cuyo rango de aplicación se está expandiendo rápidamente y ya alcanza a los trenes, tras haberse utilizado con éxito con los chips y las llamadas materias primas críticas. ¿Qué secretos puede guardar una fábrica que produce trenes? El problema es la terrible inconsistencia de la política respecto a la adquisición de empresas, dado que la defensa de la «seguridad nacional» está lejos de ser doctrina. Unas veces se aceptan las OPA con resignación -los negocios son los negocios- y otras, se torpedean con indisimulada determinación. La actitud depende más de los actores que del contenido económico de la transacción. Lo que parece innegable, mientras tanto, es que Talgo necesita cambios.