17 NOV. 2013 NUEVO TRABAJO DE EUSKAL MEMORIA Testimonios y pruebas del siglo en que «nos quitaron el vasco» Las cifras del cuadro adjunto resumen lo que Jon Maia llama «el Gernika cultural». Euskal Memoria ha recopilado más de un siglo de acoso y derribo al euskara, antes, sobre todo durante y también tras el franquismo. Un siglo que ha roto la cadena de transmisión de la lengua, sin quebrarla del todo pero con graves efectos. Ramón SOLA El anillo de la escuela franquista, que pasaba de mano en mano entre quienes osaban hablar en euskara hasta que su portador al final del día o la semana era castigado, es solo un detalle. El conjunto de la persecución a la lengua, acentuada hasta el paroxismo en el franquismo, ha sido documentada ahora por Euskal Memoria, la fundación que en los tres años anteriores ya sacó a la luz la realidad de las otras víctimas (``Gernikako seme-alabak''), la del funcionamiento del franquismo y la de la lacra de tortura. Este último trabajo, de casi 1.000 páginas, se titula ``Euskararen kate hautsiak'' y será presentado el día 27 en Donostia junto a Kontseilua. A través de documentos, testimonios y mútiples aportaciones de los archivos de colectivos euskaltzales, recupera mil historias de esas décadas en las que, como dice una de las entrevistadas, «nos quitaron el vasco», creando una ruptura que será ya muy difícil recomponer. GARA ha tenido acceso a este ambicioso trabajo y adelanta algunas pequeñas piezas del puzzle de este intento de lingüicidio. El trabajo de Euskal Memoria tiene otra cara paralela más amable, la de la resistencia, la supervivencia y la reactivación del euskara, que será recogida en otro reportaje posterior. Los orígenes El euskara creció durante milenios en sus fronteras, más o menos extensas según la época. Las primeras pistas de la ofensiva posterior las dan las despectivas pero ingenuas andanadas de Quevedo contra el «vizcaino». Ya con los Borbones aparecen documentos como la orden de 1711 que insta a que «se procure mañosamente ir introduciendo la lengua castellana». La Revolución francesa también trajo malas noticias. En 1793 el euskara fue declarado despectivamente patois y tildado de «lenguaje del fanatismo». Luego, las guerras carlistas concluyeron con impulsos centralizadores que alcanzaron a la lengua: así, la Ley Moyano (1857) establecía la educación obligatoria en castellano. La «mili» En 1876 otra ley impuso la entrada de reclutas vascos en el servicio militar castellanohablante. Para muchos euskaldunes de los dos lados de la muga, la «mili» era el primer contacto con el español o el francés, algo auténticamente traumático. Lo contaba así Juan San Martín: «En cierta ocasión, un brigada nos oyó hablar en euskara y nos dijo: `¡Malditos vuestros padres que os enseñaron esa puñetera lengua!'... `Oiga, perdone, a mí mis padres no me han enseñado nada malo'. En buena hora se lo dije. Me dio una paliza espantosa. Me tiró al suelo, me pisoteó... me dejó bañado en sangre». Y llegó Franco Octubre de 1936. Antes incluso de las masacres de Durango o Gernika, Franco ya avanzaba los fundamentos de su régimen con este discurso: «España se organiza en un amplio concepto totalitario, por medio de instituciones nacionales que aseguren su totalidad, su unidad y su continuidad. El carácter de cada región será respetado, pero sin perjuicio para la unidad nacional, que la queremos absoluta, con una sola lengua, el castellano». Con montes y cunetas bañadas en sangre, empezaba la época más trágica del euskara. Ni libros ni agur La orden franquista se aplicó con celeridad y saña. Desde el mismo «Alzamiento» se sucedieron las quemas de libros en euskara, el famoso bando del comandante militar de Lizarra que prohibía hasta el uso de la palabra agur o el mensaje del gobernador militar de Bizkaia y Gipuzkoa que exhortaba a «hablad castellano» con una advertencia final: «Espero del patriotismo de todos que contribuyan a ello sin que tenga que corregir resistencia alguna». El primer diario en euskara, ``Eguna'', del Gobierno Vasco, desaparecería pronto. Los requetés quemaron la ikastola de Elizondo. En cascada llegaron la Ley de Prensa que institucionalizaba la censura, la prohibición de cualquier lengua que no fuera la castellana en el cine... El euskara pasaba a estar totalmente proscrito para muchos años. El estigma La mentalidad fascista se reflejaba en artículos como este, de Sirimi en ``El Diario Vasco'' (1937):«Duele verdaderamente oír que a un chaval le llaman a voz en grito: ¡Imanol! ¡Joseba! El crío no tiene la culpa ni ha cometido ningún delito para que su madre le apedree con esa fonética (...) No pedimos que venga Herodes, pero sí que las emacumes (sic) supervivientes se vayan dando cuenta de que hay cosas y nombres que se han acabado per omnia secula seculorum. ¿No les basta con supervivir? Supervivir no quiere decir vivir superiormente». O esta declaración de Luis Antonio de Vega, del mismo año: «En la utilización de los dialectos por la gente urbana hay una exaltación de la aldeanería, es algo así como el pasear por el asfalto con una zamarra o limpiarse las manos en una sopera. Es decir, todos los actos que las personas educadas tienen proscritos». La ortografía La persecución alcanzó hasta a la ortografía. Los gobernadores de Bizkaia y Gipuzkoa prohibieron cualquier publicación con las grafías «k», «tx» y «b», amenazando con altísimas multas de 500 pesetas. Etxe o txoko pasaban a escribirse eche y choco. Y los barcos pesqueros vascos se rebautizaban con nombres inverosímiles como Nueva Primavera, María Reyes, Gran Sagrado, Pesquera Reina... mientras al norte de Bidasoa se seguían viendo Egun On, Ederra, Gure Bizia, Gure Izarra, Kurlinka... Las multas Y las amenazas se cumplían, por los motivos más nimios. A un padre y su hijo les multaron con 100 pesetas por hablar en euskara en la calle; a dos mujeres de Sondika, otro tanto por usar la lengua vasca en el tren; a José Mariscal Arana, 500 pesetas por haber llamado Jontxu a su hijo; a Benito Lizarribar, otras 500 al ser pillado por la Guardia Civil cantando euskara... Ni los curas se libraban: a Feliciano Etxaniz, sacerdote de Andoain, le multaron también con 500 pesetas por algunas plegarias en euskara en una misa en Loiola... Los tribunales Hablar en euskara en los tribunales se calificó de desacato e injurias. Así ocurrió en varios de los primeros procesos a militantes de ETA. Bertsolarismo El surrealismo de la imposición franquista se plasma en detalles como el inviable intento de controlar el bertsolarismo. Era habitual ver guardias civiles en bertso saioak, se imponían multas e incluso hubo asaltos al estrado ante frases que les resultaban sospechosas. Lazkao Txiki contó cómo una vez varios agentes le salieron al camino para exigirle que les proporcionara de antemano la traducción de los bertsos que iba a improvisar. María Solt Aunque se pueda pensar que la censura franquista se fue relajando con los años, escritos como el de Alberto Clavería Donazar, jefe de la Delegación de Donostia, entrados ya los 70, muestran que no. Prohibió a Benito Lertxundi la canción ``Maria Solt'' afirmando lo siguiente: «Las personas que actúan como protagonistas de la canción, las de edad madura, en las Provincias Vascongadas son profundamente religiosas. Es una canción apta para akelarres y jolgorios campestres de juventud enloquecida y desorientada moralmente y contribuye a incrementar en esta región los elementos disolventos de la moral y de la Iglesia católica». ``NY Times'' El acoso al euskara tenía tal calibre que llegó a ser denunciado en un artículo en ``The New York Times''. Su corresponsal en Madrid detallaba que los curas no podían autorizar nombres en euskara a los recién nacidos, que la lengua vasca solo se podía usar en algunos sermones y que los directores de publicaciones eran alertados periódicamente de que el euskara estaba prohibido. Anillo y «anti» El uso del anillo en la escuela franquista, como método para castigar el euskara y promover la delación entre los alumnos, es muy conocido. Pero pocos sabrán que también se empleó al norte del Bidasoa. En este caso era una varita, una señal u otro símbolo, siempre con la denominación de anti. El francés se impuso como única lengua en la educación en el siglo XX, hasta que en 1951 (Ley Deixonne) se autorizaría una hora a la semana, voluntaria y no obligatoria, en «lenguas locales». ¿Apertura? Joan Mari Torrealdai cuenta un detalle muy significativo. Cuando un número algo conflictivo de la revista ``Jakin'' pasó la censura, «pensamos que el régimen se está apaciguando». Pero muchos años después, en una consulta al archivo de Alcalá de Henares, encontró una nota oficial interna de 1967 que decía textualmente «`darles cuerda para que ellos mismos se ahorquen'. ¡Y entre tanto, incautos de nosotros, pensábamos que el régimen se estaba liberalizando!». Las ikastolas Las ikastolas se abrieron paso poco a poco -como se verá en el próximo reportaje-, pero no sin dificultades. Jorge Cortés Izal, su promotor en Nafarroa, relató que supieron que el gobernador civil en Donostia había llamado al de Iruñea para decirle: «Ten cuidado y no las dejes nacer, porque en Gipuzkoa pensábamos que iban a fracasar y han tenido un éxito fuerte. Machaca desde el principio». Suárez La muerte de Franco no trajo una revolución mental en el Estado español en lo tocante al euskara. Famosas fueron las diatribas del historiador Claudio Sánchez Albornoz («los vascos no son más que unos españoles sin romanizar») o la frase del presidente Adolfo Suárez a ``Paris Match'': «¿Si se podrá hacer el bachillerato en vasco o en catalán? Su pregunta es idiota. Encuéntreme en primer lugar profesores que puedan enseñar Física Nuclear en vascuence». Ertzaintza A mediados de los 80 surgió la Ertzaintza, y su trayectoria refleja todo el camino que aún queda por recorrer. Euskal Memoria refiere numerosos casos de euskaldunes vejados, golpeados e incluso imputados por solicitar comunicarse en euskara. Por citar solo un ejemplo, una mujer que acudió a la comisaría del Antiguo y pidió en euskara la llave del servicio recibió esta respuesta: «Tú estás obligada a hablar en castellano; si salgo de aquí, te puedo obligar». Hasta hoy Las largas luchas para lograr educación o sanidad en euskara son las pruebas de la herencia que deja toda esta persecución en el presente. Behatokia recoge cada año muchos cientos de denuncias personales. Como detalle reciente y significativo, en 2012 una empresa fue sancionada por haber etiquetado sus productos solo en euskara. Antes, en 2003, la Audiencia Nacional y la Guardia Civil cerraron ``Euskaldunon Egunkaria'', el único diario íntegramente en euskara. El juez Baltasar Garzón tuvo en su punto de mira a AEK durante algún tiempo.