01 DéC. 2013 Meheris, un puente entre la mentira y la verdad en el desierto del Sahara Décadas de silencio, de ausencias y de mentiras. Pero también de esperanza por saber qué pasó realmente con sus familiares desaparecidos. Ahora, ocho familias saharauis lo saben y han podido darles ese último adiós pendiente. Ainara LERTXUNDI En junio, un equipo de expertos de Euskal Herria logró identificar por primera vez a ocho beduinos detenidos y ejecutados en febrero de 1976, entre los que había dos menores de edad, y que fueron enterrados en dos fosas comunes en el desierto, en Fadret Leguiaa, a casi dos horas en coche de Meheris, territorio liberado saharaui, donde viven 2.000 familias, la mayoría beduinas. En su pequeña escuela, estudian entre 60 y 70 niños, una cifra muy superior a los 5 que había escolarizados en 2005. Esta escuela acogió el «dolor y la alegría» de los familiares de estos ocho desaparecidos saharauis, que 37 años después han podido conocer la verdad y darles su último adiós conforme a sus creencias. Marruecos siempre les había dicho que habían muerto durante su detención en el cuartel militar de Smara, una versión totalmente falsa a la luz de las evidencias científicas, que demostró la causa violenta de su fallecimiento. El presidente de Aranzadi, Paco Etxeberria, y el médico Carlos Martin Beristain, con amplia experiencia en la promoción de los derechos humanos y la reconstrucción de la memoria histórica, dirigieron las investigaciones, que contaron con la subvención de la Diputación de Gipuzkoa, el Ayuntamiento de Donostia, el Instituto Hegoa y Euskal Fondoa. Más que un libro donde se detallan los pormenores del hallazgo y posterior exhumación de las dos fosas, «Meheris. La esperanza posible» se ha convertido en el puente entre la mentira y la verdad, entre el mundo de los muertos y los vivos. Frente al muro construido por Marruecos, que divide al Sahara Occidental, un imam saharaui y familiares ayudaron a Etxeberria y Beristain a envolver con sumo cuidado y anudar los restos según la tradición musulmana para enterrarlos de nuevo, cerca de donde fueron hallados, pero en esta ocasión mirando hacia la Meca y en compañía de quienes esperaron por ellos durante años. Una delegación del Estado francés y Suecia, periodistas argelinos y varios integrantes de la MINURSO -a quienes les fue entregado un ejemplar del libro y el documental realizado sobre el caso- acompañaron este proceso junto a autoridades saharauis, entre quienes estaba Hamada Salma Daf, ministro de Interior y hermano e hijo de dos de las víctimas identificadas. «La verdad no es solo importante para los familiares que están aquí entre nosotros, es un derecho compartido y anhelado por nuestro pueblo», remarcó el presidente del Parlamento, Jadri Adhu. Una hilera de piedras colocadas por los propios familiares señala las fosas para «conservar esta historia» y a escasos metros una placa conmemorativa recuerda los ocho nombres que el Estado marroquí quiso hacer borrar entre las arenas del desierto. «Fue un momento conmovedor, de sentimientos contrapuestos. No dejaban de darnos las gracias por nuestra ayuda económica y por esta investigación que ha abierto una puerta para la esperanza y ha contribuido a dignificar a estas personas asesinadas y a restituir la verdad», señala a GARA Jon Albisu, concejal de Política Social que viajó junto a Ander Rodríguez, diputado de Política Social, e Itziar Iturri, de Euskal Fondoa. Esta primera exhumación es fruto del informe «El Oasis de la Memoria», basado en entrevistas en profundidad y testimonios de 261 víctimas saharauis y del hallazgo casual de un beduino, que encontró varios huesos que el aire había dejado al descubierto. Ante sus sospechas de que podrían ser humanos, se puso en contacto con la Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA), que de inmediato contactó con Euskal Fondoa, tejiendo así una red de voluntades y compromisos con la «verdad», que hicieron posible documentar científicamente este caso, respetando la cadena de custodia, y presentarlo al fiscal saharaui, ante quien Etxeberria y Beristain prestaron declaración en calidad de directores de la investigación. «Los derechos humanos engloban tanto los derechos sociales como los políticos. La propia ONU define una paz justa como una paz con verdad, justicia y reparación, y el «Oasis de la Memoria» pretende contribuir a ello. No podemos ser ajenos al dolor ajeno, ya sean refugiados saharauis o sirios. Y este proyecto abre la puerta a una línea de trabajo que hasta ahora no había sido explorada», remarca Rodríguez. Ellos regresaron la pasada semana, pero un amplio equipo forense y antropólogos de Aranzadi se quedó sobre el terreno para seguir escarbando en las arenas del desierto y y poder hacer realidad nuevas esperanzas.