31 JUIL. 2014 GAURKOA Playas solidarias El próximo domingo, 3 de agosto, como en veranos anteriores, la asociación de familiares y amigos de represaliados vascos Etxerat llevará su lucha contra la dispersión de los prisioneros vascos y en defensa de los derechos humanos a las playas. Serán muchos los vascos y vascas, así como visitantes, que tomarán parte en esa iniciativa, y son muchos más quienes hacen causa común con esa asociación, una adhesión que ha ido en aumento de tal modo que la exigencia del fin de la dispersión ha llegado a ser «un clamor social en una mayoría que ha llegado a comprender la necesidad y urgencia de poner fin a unas decisiones políticas que nada positivo aportan; tan solo sufrimiento, castigo ilegal y dolor injustificables en un pretendido Estado de Derecho y en una sociedad que quiere ser democrática», en palabras del teólogo gasteiztarra autor del artículo. Félix Placer Ugarte Teólogo Cuando tantas personas disfrutan de un merecido descanso en las bellas playas bañadas por las aguas suavemente cálidas del mar de Euskal Herria, columnas de familiares, allegados, personas cercanas a la penosa situación de las presas y presos vascos dispersados en las cárceles de los estados español y francés, recorrerán sus arenas invitando a la reivindicación de sus derechos conculcados. Este acto quiere expresar una simbólica solidaridad con intencionalidad humana, social, y política. No pretende estropear las vacaciones a nadie, sino recordar que cientos de personas carecen de libertad, que sus derechos y la legalidad son vulnerados sistemáticamente de muchas formas; una de ellas, en concreto, cuando la mayoría está castigada a la pena añadida de la dispersión desde hace ya 25 años en 79 prisiones de ambos estados. Las llamadas a todas las instancias sociales y políticas, estatales e internacionales, para superar este estado de injusticia son constantes por parte de varios colectivos, en especial, de Etxerat. Por eso, y de nuevo en este próximo domingo veraniego, se presentará y escuchará en las playas vascas su apremiante llamada para acabar con la dispersión y vulneración de derechos en las cárceles. Quienes recorrerán estos lugares de descanso son las mismas personas, entre otras, que se ven obligadas, desde que comenzó el vengativo alejamiento, a largos, penosos y peligrosos viajes de cientos y miles de kilómetros. En sus traslados se contabilizan hasta ahora numerosos accidentes, 16 de ellos mortales. Los aislamientos, alejamientos, traslados, maternidades separadas son permanentes y las conculcaciones de derechos humanos, continuas. Quienes han impuesto estas medidas de excepción lo saben y saben también que sus decisiones políticas suponen un castigo añadido que va más allá, en muchos casos, de lo que impone la misma legalidad penitenciaria como pena por el delito por el que los tribunales españoles y franceses dictaron sentencia de privación de libertad. Sin embargo, a pesar de tanta trabas y dificultades, sus visitas, obligatoriamente breves pero que constituyen una imprescindible ayuda para la penosa situación que atraviesan quienes se encuentran alejados de sus casas en las condiciones carcelarias a las que están sometidos, son la mejor expresión del cariño de sus familiares y de la amistad inseparable de tantas personas, que siguen trenzando redes de cercana solidaridad a pesar de las distancias impuestas. En consecuencia, cientos de familiares y allegados se ven forzados cada semana a atravesar carreteras interminables. Jóvenes y mayores, también niños con sus padres o madres, mantienen con admirable tesón y constancia su presencia constante junto a los suyos. Y al enorme gasto económico de estos continuos viajes, prolongados durante años, se añade el cansancio de horas, días y noches de largos y pesados recorridos semana tras semana. La denuncia de esta situación está simbolizada en el presoak etxera que, junto a la ikurriña, reclamando el acercamiento de presos y presas, aparece en todo tipo de acontecimientos festivos, populares, deportivos. Allí donde el pueblo se reúne y acude, se multiplican esos signos reivindicativos que también cada semana se hacen presentes en pueblos y plazas de Euskal Herria. De esa forma se ha conseguido que el final de la dispersión sea un clamor social en una mayoría que ha llegado a comprender la necesidad y urgencia de poner fin a unas decisiones políticas que nada positivo aportan; tan solo sufrimiento, castigo ilegal y dolor injustificables en un pretendido Estado de Derecho y en una sociedad que quiere ser democrática. Las marchas solidarias en las playas vascas de Ipar y Hego Euskal Herria quieren ser, por consiguiente, una llamada urgente para intensificar las reivindicaciones ante la dispersión y derechos de presos y presas vascos. Y también implican todo un símbolo de unión con otras tierras y pueblos, especialmente con aquellos que sufren las graves consecuencias de conflictos -millones de refugiados (más de 42 millones, según Acnur), exiliados, alejados, masacrados en Gaza- que, por medio del diálogo y negociación y nunca por medio de las armas y la violencia o la imposición, pueden encontrar caminos resolutivos para la justicia y la paz. Por eso, todo lugar es apto y necesario para reclamar lo que son derechos irrenunciables de personas y pueblos. Las marchas solidarias en las playas de Euskal Herria son, por tanto, una llamada apremiante para fortalecer las reacciones y respuestas sociales ante la dispersión. Pero además buscan extender simbólicamente una relación que las azules aguas de nuestro mar llevarán a otros mares, a otras playas, a otras tierras y pueblos y que a partir del próximo 20 de septiembre se va a intensificar en un recorrido de amplio alcance internacional. Esta cadena de humanidad quiere romper las cadenas del alejamiento y convertirse en lazo de unión con quienes pronto, cuanto antes, deben volver a su casa. Estas simbólicas y llamativas movilizaciones por parte de quienes padecen las consecuencias de tantas injusticias en Euskal Herria, unidas solidariamente al clamor del sufrimiento de tantos pueblos, quieren lograr un mundo donde se respete la identidad de todos los pueblos, el derecho para tomar sus propias decisiones, disponer de una economía justa; en definitiva, conseguir la libertad y que nadie se vea obligado a vivir fuera de su tierra. A lo largo de este verano de necesario descanso, las vacaciones en montañas y playas -para quienes puedan disfrutar de ellas, sin olvidar que muchas personas no pueden permitírselo- van a estar marcadas por el recuerdo, la sintonía, la reivindicación del presoak etxera. Y en ese clamor social se hará también oír la voz de tantas personas y pueblos olvidados y sin voz contra las consecuencias de la injusticia, de la opresión y represión, de la dispersión y el alejamiento, de la venganza y del odio, para abrazarse en un mundo de justicia, de derechos humanos, de solidaridad y paz.