28 JAN. 2015 KOLABORAZIOA Cien días latiendo en Urgencias No obtenemos más respuesta que la pasividad de la dirección, que sigue haciendo oídos sordos a nuestras aportaciones, a nuestras propuestas. Emilio Álava, Ana Arilla y Amelia Albarracín (*) Trab. de Urgencias Complejo Hosp. de Navarra Si el servicio de las nuevas urgencias del Complejo Hospitalario de Navarra tiene un corazón, este es, sin duda, el personal que trabaja en ellas. Debe latir acompasado, saludable, subiendo y bajando su ritmo en función de la necesidad que la situación exija; acelerando cuando la afluencia o la gravedad de los pacientes lo requiera, normalizando su velocidad si el estrés ya no es necesario. Pues bien, esta nueva urgencia nace con problemas cardíacos congénitos que se van agravando con el paso de los meses porque el «cerebro», los que mandan, insisten en no proporcionar una vida saludable a este corazón, vaya paradoja para la dirección de Osasunbidea. El personal ha sido ignorado, cuando no menospreciado, en la gestación de esta nueva urgencia, así como en estos cien días que llevamos de andadura, en los que los problemas anunciados antes de abrirse el servicio se han visto totalmente confirmados. Siguiendo con el símil cardíaco, sufrimos una elevadísima tensión, estrechamiento de las arterias, problemas de colesterol, obesidad... estamos al borde del infarto y nuestras direcciones siguen empeñadas en no proporcionar soluciones, medicamentos que alivien esta enfermedad, que eviten el colapso. Parece ser que confían en que el tiempo lo cure todo o la buena voluntad baste para evitar el fracaso del servicio. Como ya hemos dicho, somos un servicio obeso, saturado. Se concibió para sustituir la urgencia del antiguo Hospital de Navarra y así fue diseñado el edificio. Sobre la marcha se decidió que debía cubrir la atención de toda la urgencia hospitalaria de la Zona Norte de Navarra y, sin embargo, las instalaciones se construyeron finalmente sin modificaciones adecuadas para su nuevo destino; el resultado, un edificio ineficiente, con problemas de estructura que dificulta la comunicación entre los profesionales, el seguimiento de los pacientes y la atención adecuada a los mismos. Somos un servicio atascado por el colesterol que impide la fluidez en el desplazamiento de los pacientes, que deben desplazarse salvando distancias de alrededor de un kilómetro por túneles helados, con camillas inservibles... El personal celador encargado de movilizar a los enfermos, como otros estamentos, está saturado y falto de personal, con una plantilla de mínimos rebasada en cuanto las atenciones se acercan a la media estadística o la gravedad de los atendidos requiere rapidez. Esto provoca que puestos de trabajo queden abandonados durante prolongados periodos de tiempo, esperas para las pruebas diagnósticas, esperas incluso para ir al baño, dilatación de los ingresos, pacientes que llegan después de comer son ingresados de madrugada... Similar situación viven enfermeras y auxiliares; requeridas para estar en varios sitios a la vez, con problemas para realizar el seguimiento y vigilancia del paciente, con los turnos deslizados que dejan desiertos puestos de trabajo al comenzar y finalizar las jornadas mientras en estos la actividad continúa. Además, la atención a la urgencia de gravedad por este personal ocasiona continuos colapsos en los circuitos que deben de atender normalmente y donde ya hay saturación de pacientes. El personal médico debe ejercer como personal de enfermería, o como celador o auxiliar, pues estos no están disponibles, o deben esperar con paciencia a que alguien quede libre para poder realizar las labores que piden. Médicos responsables de la situación del paciente que ven tremendamente complicado asumir esta responsabilidad en las circunstancias de trabajo que viven, sin contar, además, la falta de personal que también padecen. También destacar los continuos «trombos» en radiología, debido a las constantes averías que un pésimo servicio técnico -desde Barcelona- no termina de resolver. Todo esto provoca una elevación de la tensión que amenaza con desencadenar el infarto; un clima laboral hostil, cargas de trabajo inaceptables durante largos periodos de tiempo, impaciencia, malestar entre los compañeros y compañeras que sabemos que no desarrollamos nuestro trabajo como nos gustaría. Gritos de los pacientes que, con toda la razón, reclaman su derecho a ser tratados con prontitud y calidad... y que elevan aún más la presión a la que nos vemos sometidos. Y ante todo esto no obtenemos más respuesta que la pasividad de la dirección, que sigue haciendo oídos sordos a nuestras aportaciones, a nuestras propuestas, apegados a las cifras que quieren analizar mientras desechan otros indicadores, a criterios economicistas que ni siquiera producen el enaltecido ahorro deseado. Se enrocan en una organización alejada de la realidad diaria de los trabajadores y trabajadoras, en unas dimensiones de las plantillas pensadas para otro tipo de edificio, para una calidad de la atención que roza lo no admisible. Esperamos que el escenario de caos que estamos viviendo no degenere en alguna situación concreta de la que tengamos que arrepentirnos y de la cual no seríamos responsables. Sin embargo, no se preocupe, gracias a la profesionalidad y dedicación del personal que le atiende, gracias a este corazón maltratado de la urgencia, cuando usted acuda a nuestro servicio pondremos todo de nuestra parte para que esto no llegue a suceder, para ser amables, para cuidarle, pues su situación lo requiere. Pero gracias a nuestros políticos, a nuestros jefes, quizá se le atienda más tarde de lo debido, tenga que permanecer con nosotros varias horas más de lo necesario, comparta su intimidad con otros pacientes más de lo oportuno, su higiene íntima no sea todo lo buena que sería deseable, ingresará -si tiene que hacerlo- al día siguiente de haber venido... y nuestra profesionalidad y nuestra salud se verán, como cada día, como cada noche, puestas a prueba, hasta que ya no podamos más porque... quien manda, sin ninguna duda, no tiene corazón. (*) Además de Emilio Álava (celador), Ana Arilla (auxiliar administrativa) y Amelia Albarracín (técnica de Radiología), también firman el escrito Yolanda Ordoyo (auxiliar de Enfermería), Juan Manuel Del Moral (enfermero), Miguel Ángel Leza (médico) y 331 trabajadores más.