17 FéV. 2015 Ataques yihadistas De París a Copenhage: paralelismos en los autores, mimetismo en los hechos Mikel ZUBIMENDI DONOSTIA Omar El-Hussein, cuyo nombre completo es el de Omar Abdel Hamid El-Hussein, era un danés de origen palestino de 22 años que acababa de salir en libertad de la cárcel hace apenas dos semanas. Había sido condenado a dos años de prisión por haber apuñalado en la ingle a otro joven de 19 años en la estación de Ny Ellebjerg del «S-tog» (tren de cercanías de Copenhague), pero su lista de inculpaciones para un joven recién llegado a la mayoría de edad y que estaba en el radar policial era amplia: posesión de armas, de armas de guerra, actividades relacionadas con bandas juveniles, etc.. Miembro de la tercera generación de una familia palestina que emigró a Dinamarca, el joven Omar el-Hussein habitaba el barrio popular y mestizo de NØrrebro, en la capital danesa. Estudiante dotado y talentoso, según el director de el instituto al que acudió, sus camaradas de promoción lo recuerdan como una persona inteligente y amable, que sacaba buenas notas aunque a veces tuviera un «comportamiento un tanto agresivo». Hablaba fluidamente el danés y el árabe, era muy deportista y musculoso y vestía ropa ajustada y de marca. Cuando trascendió en los medios daneses su identidad, una compañera de promoción -que prefirió guardar el anonimato- , de padre paquistaní y madre cristiana, declaró sentirse asombrada al saber que era la persona que le ayudó tras ser atropellada a la puerta del instituto. «Vino corriendo y fue el primero en ayudarme. Le tenía como una persona de buen corazón». Y añade sentirse consternada al afirmar que «ahora ha hecho esto, no me lo puedo creer», para concluir diciendo que «musulmán o no, eso no tiene ahora importancia porque todos somos daneses». Cárcel, ¿escuela del delito? La secuencia y la velocidad de los ataques pueden sugerir que Omar El-Hussein los tuviera planificados desde su estancia en prisión. No está claro, sin embargo, que fuera adoctrinado en la cárcel por ningún «pseudo-imán» que promoviera la Yihad. Usuario de las redes sociales, los investigadores examinan sus conexiones para saber si pudo inspirarse en los miles de vídeos de propaganda militar de grupos yihadistas que abundan en internet. Lo que parece claro es que, en este caso también, se ha dado un mimetismo en los hechos y en el autor de los mismos cuanto menos chocante. La elección de atacar un «símbolo de la libertad de expresión» -el sueco Lars Vilks que caricaturizó al profeta del islam- y después una sinagoga para finalmente morir en un tiroteo con la Policía sugiere una correspondencia con los atentados yihadistas de París. Aunque todavía no se sabe si estos atentados responden a una estrategia premeditada y comandada desde el exterior como fue en el caso de los de París. Como ocurrió en París con los casos de Saïd Koauchi o Amedy Coulibally, Omar El-Hussein también había flirteado en el pasado con la delincuencia, había entrado en la cárcel y todos ellos habían elegido objetivos de alto valor simbólico. El perfil de los autores, el modus operandi y los objetivos parecen similares y los llamados «expertos» hablan de un tipo de «yihadismo individual» -el de los «lobos solitarios»- que tendría como máxima la aplicación de las consignas del ISIS o Al Qaeda de pasar a la acción, allá donde uno viva, haciendo el mayor ruido posible. Valls recurre a la retórica tóxica al hablar del «islamofascismo que amenaza Europa» Los atentados de este fin de semana en Copenhague, que como los de París, han tenido como objetivo la comunidad judía y un seminario ligado a la «libertad« de expresión» y han suscitado una fuerte onda de choque en una Europa confrontada a los nuevos desafíos del yihadismo y a interesadas llamadas a la emigración en masa hacia Israel de los judíos del continente dada la incapacidad para protegerlos. En este contexto, el primer ministro francés, Manuel Valls, que visitaba un cementerio judío profanado en Sarre-Union, este del Estado francés, subió las apuestas al hablar directamente de un «fascismo islámico» que amenaza a Europa. Sus palabras encendieron la polémica. No en vano, el término «islamofascismo» es un neologismo que establece una analogía entre las características ideológicas de los movimientos islamistas y una amplia gama de movimientos fascistas europeos de principios del siglo XX. En particular, este término se refiere a la patogenicidad ampliamente aceptada de los sistemas de creencias fascistas -en particular el nazismo- a los sistemas de creencias islámicas actuales. Sin ir más lejos, el nonagenario exministro socialista de Exteriores francés, Roland Dumas, salió a la palestra declarando que Valls se comporta así «probablemente bajo la influencia judía de su esposa». Estas declaraciones encendieron más los ánimos con acusaciones contra Dumas de «antisemita ordinario». En este ambiente enrarecido pescaba el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu al anunciar los preparativos para una emigración en masa de los judíos franceses. M.Z.