Maisam Abumorr
GAZA

Diario de guerra desde Gaza: La vida misma es un ruego

Desde la bombardeada y sitiada Franja de Gaza, Maisam Abumorr, licenciada en Literatura Inglesa, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Islámica y bloguera, recuerda para GARA los inicios de los bombardeos en julio.

Palestinos observan las ruinas de lo que hasta escasos días había sido una mezquita. (Roberto SCHMIDT/AFP)
Palestinos observan las ruinas de lo que hasta escasos días había sido una mezquita. (Roberto SCHMIDT/AFP)

Era una típica tarde de Ramadán en Gaza. Mi madre y mi hermana peleaban con mi padre y mi hermano por ver la televisión. Ellas querían ver su serie favorita, mientras que ellos preferían el Mundial de Fútbol. Ninguna de las partes ganó, porque era justo el momento del corte de electricidad, que se prolonga durante doce horas. De repente, un profundo silencio se adueñó de nuestra casa. Aquel denso silencio solo se vio interrumpido por el llanto de los niños del vecindario, aterrados por la oscuridad y por el zumbido de un drone israelí volando a menor altura de lo habitual.

Me dirigí a mi cuarto para coger mi iPod, escuchar música y mirar al cielo hasta quedarme dormida, como suelo hacer cada vez que cortan el suministro eléctrico y la vida queda en suspenso. Encontré a mi hermana menor con la cabeza apoyada sobre sus rodillas y rodeando éstas con sus brazos, formando una especie de barrera entre ella y el mundo exterior. Le pregunté dónde estaban mis auriculares, momento en el cual levantó la cabeza para contestarme.

Pude ver entonces cómo le caían las lágrimas. No me fue difícil percibir su tristeza incluso con la escasa luz de mi teléfono móvil. Le pregunté qué le ocurría. Me contó que había estado conversando con nuestra prima, de su misma edad y comprometida recientemente con un rico comerciante. Que él le había regalado a nuestra prima los smarthphones con los que ella soñaba.

«¡Todos nuestros amigos y incluso nuestra prima tienen uno, menos yo! ¡Estoy cansada de todo esto!», me espetó. Empezó a hablar sobre cómo el hecho de no tener un teléfono inteligente la hacía sentir inferior frente a sus amigas, lo difícil que le resultaba sacar imágenes en alta resolución de las muestras sobre las que está trabajando en los laboratorios de la universidad para redactar el informe final que le han pedido y cómo, de repente, el general egipcio Al-Sissi cerró las fronteras con Gaza, estrechando aún más el bloqueo que ha llevado a nuestro padre al paro porque un ingeniero como él no tiene nada que hacer sin materiales de construcción.

Dejé mi iPod a un lado porque intuí que aquella sería una larga conversación. Me recordó sin rodeos que yo misma soy una estudiante universitaria, con tres licenciaturas y una larga lista de investigaciones, incapaz todavía de encontrar trabajo y de comprarme por mí misma un móvil.

No supe qué responderle porque en Gaza no te está permitido soñar y cuando lo haces, la dura realidad hace añicos inmediatamente esos sueños. La gente en Gaza se está muriendo poco a poco y en silencio de hambre y de miseria. A cada hora que pasa, sus vidas son más difíciles y a nadie en el mundo parecer importarle.

Le dije también a mi hermana que mantener una actitud positiva le haría la vida más fácil. Le recordé a ella, pero también a mí misma, que muchos otros dentro de Gaza se acuestan con hambre y otros muchos no tienen casa y que nosotras en cierta forma somos unas privilegiadas porque tenemos suficiente comida y techo. Ella lloró incluso más fuerte, preguntando a Dios cuál era su delito para que le tocara semejante vida. Inconscientemente, yo también miré hacia el cielo esperando la misma respuesta. Pero no se produjo tal respuesta. Para ese entonces, los drones israelíes de reconocimiento habían desaparecido del cielo. Dos horas más tarde nos acostamos con todos esos interrogantes dándonos mil vueltas en la cabeza cuando una fuerte explosión interrumpió nuestro silencio. Estábamos asustadas, pero no demasiado sorprendidas.

Israel dijo que Hamas había violado el acuerdo de cese al fuego de 2012, pero según los datos recopilados por la ONU, por el Centro Legal para la Libertad de Movimiento de Israel (GISHA), el Centro Palestino para los Derechos Humanos y medios tanto israelíes como palestinos, durante estos dos años Israel había cometido 800 violaciones del acuerdo, mientras que de lado palestino solo se habían producido dos violaciones en los tres meses posteriores que le siguieron a la firma de dicho acuerdo.

Pensamos que aquella sería una noche más. Que sería otra demostración de fuerza para recordarnos quién manda y quién ejerce el control. A las tres de la madrugada recibimos una llamada anunciándonos la muerte de dos primos lejanos en un ataque israelí contra un grupo de vigilancia nocturna de las Brigadas Ezzedine Al-Qassam cerca de la frontera con Israel. Junto a ellos murieron otras cinco personas, lo que fue un shock para la sociedad palestina en Gaza. La gente empezó a reclamar una respuesta a ese ataque e incluso acusó a Hamas de defender la seguridad de Israel, especialmente después del aniversario de la Nakba cuando la Policía de Hamas hizo frente a un grupo de jóvenes activistas cuando éstos empezaron a lanzar cohetes contra los soldados israelíes que estaban apostados al otro lado de la frontera.

Los grupos de resistencia finalmente respondieron e Israel logró la justificación que buscaba para atacar Gaza. Al final de ese sangriento día, encontré a mi hermana implorando perdón a Dios por haber sido tan egoísta y materialista, y suplicándole que le permitiera seguir vivir. Ahora, ese es su único deseo; seguir con vida.

Desde aquellos primeros días, han muerto más de 2.100 palestinos, entre ellos 472 niños menores de once años, y más 11.000 están heridos. El 80% de las víctimas son civiles, de acuerdo con informes de la ONU pero Israel continúa sin ningún pudor haciendo la vida inhabitable a los palestinos en Gaza y acusando a Hamas de su destrucción.

Si uno se toma un segundo en analizar la causa real de este genocidio, comprobará fácilmente que la ocupación comenzó en 1918, que Al-Fatah se formó en 1965 y Hamas en 1987. Que hay una espiral de acción-reacción. Que hay una ocupación y una resistencia. Y que la gente de Gaza se niega a ser tratada como animales y ama tanto la vida como cualquier otro pueblo y que está sacrificando su vida por la dignidad y la libertad. Eso es lo que el mundo necesita saber.