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El precedente de la Vía Báltica

La ANC tiene un espejo en el que mirarse: la Vía Báltica celebrada en Estonia, Letonia y Lituania en agosto de 1989, hace 24 años. Una cadena humana que reunió a millón y medio de personas a lo largo de 560 kilómetros y que desembocó, dos años después, en la independencia de las tres repúblicas bálticas.

Imagen de archivo de la Vía Báltica de 1989. (UNESCO)

La semana pasada se celebró el 24 aniversario de la Vía Báltica, la cadena humana que el 23 de agosto de 1989 unió a lo largo de 560 kilómetros a las que ahora son las tres repúblicas bálticas, Letonia, Estonia y Lituania, que dos años más tarde recuperaron su independencia tras décadas en el seno de la Unión Soviética.

Aquella movilización, reconocida por los Record Guiness como la mayor cadena humana de la historia, es ahora el espejo en el que se mira la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que a la masiva manifestación del año pasado quiere sumar ahora el reto logístico de unir el Principat de norte a sur a través de otra cadena humana de más de 400 kilómetros. Así lo ha admitido en todo momento la ANC, que en la presentación de la ‘Via Catalana cap a la Independència’ invitó a dos de los activistas responsables de la Vía Báltica.

La elección del 23 de agosto como fecha para la Vía Báltica no fue ninguna casualidad, ya que ese día se celebraba el 50 aniversario del pacto entre Molotov y Ribbentrop, es decir, el acuerdo de no agresión firmado entre la Alemania nazi y la URSS de Stalin poco antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial.

Tampoco fue fruto de la espontaneidad, sino que requirió la estrecha colaboración de los tres grandes movimientos soberanistas de la península báltica: Rahvarinne (Estonia), Tautas Fronte (Letonia) y Sajudis (Lituania). Las tres organizaciones trabajaron intensamente a lo largo de todo un año para conseguir sacar a la calle a millón y medio de personas.

Tras el éxito de la movilización, las condiciones impuestas por Moscú en territorio báltico se endurecieron durante algunos meses, lo que no impidió que iniciativas similares prosperasen en otros territorios soviéticos como Ucrania. Una ola a la que no pudo hacer frente una debilitada Unión Soviética, de la que apenas dos años más tarde se independizaban, finalmente, Estonia, Letonia y Lituania.