Herrira, una ola que ha derribado muchos diques
El Estado español ha elegido un objetivo elevado, porque Herrira no es un movimiento más, ni en sus principios ni en su hiperactividad. En 19 meses ha logrado la mayor movilización política de la historia vasca, ha sumado voces antes disonantes, se ha sentado hasta con el juez Gómez Bermúdez... Todo por la solución y la paz, a la que pedía «dar una oportunidad» hace solo dos semanas.
El futuro de Herrira es incierto en este momento, tanto como el preocupante presente de los detenidos. Pero su pasado inmediato es una historia de éxito, que se resume en un buen número de imágenes. Una de las más sorprendentes es la del pasado mes de marzo en el Colegio de Abogados de Bilbo. Aquella tarde, Jon Garai -ahora arrestado- se sentó en la misma mesa con el juez de la Audiencia Nacional y exresponsable de la Sala de lo Penal del tribunal especial Javier Gómez Bermúdez, para debatir sobre la doctrina 197/2006. La convocatoria fue de los letrados vizcainos, pero la sesión había sido sugerida por Herrira, como dejó claro el decano del Colegio en la presentación. Esa foto constata ahora dos realidades: la incongruencia y brutalidad de la Audiencia Nacional frente a la disposición de Herrira de dar la cara en todos los lugares donde hubiera que defender los derechos humanos de los presos vascos.
Con su trabajo incansable e imaginativo, Herrira ha conseguido sumar nuevas voluntades a esta causa, y con ello poner en evidencia que no tienen razón quienes desde formaciones como el PNV argumentan que el de los presos es un problema exclusivo de la izquierda abertzale. En la dinámica Herritarron Epaia, que cruzó todo el país durante el verano, estamparon su firma contra la doctrina de alargamiento de condenas diferentes electos jeltzales, y en el acto final del Anaitasuna aparecieron destacados políticos de formaciones de izquierda, como Javier Madrazo o José Navas. A nivel social sus reivindicaciones no han dejado de sumar caras conocidas.
Herrira había iniciado su singladura en febrero de 2012 en el Kursaal de Donostia, con un acto en el que subrayó su vocación de ser un movimiento «abierto y plural». Su trayectoria ha dejado claro que no eran palabras vacías. En la misma línea, la búsqueda de un «gran acuerdo social» se había convertido en el objetivo para este 2013, por decisión de la primera asamblea nacional de Herrira, celebrada a principios de año en Ficoba. «Ha quedado demostrado que la movilización ciudadana genera nuevos escenarios. Y en lo que nos toca como movimiento, nos hemos propuesto seguir sumando aportaciones y compromisos a la pancarta de los derechos humanos, la resolución y la paz», explicaban entonces.
Bajo esos tres objetivos básicos, Herrira llevó a cabo el pasado 12 de enero la mayor movilización política conocida en Euskal Herria, con cerca de 115.000 personas agolpadas bajo la lluvia en las calles de Bilbo. Para el próximo año ya había anunciado una iniciativa diferente, destinada a conformar un mar ciudadano a partir de pequeñas gotas individuales y colectivas. La iniciativa que la operación española pretende cercenar se planteaba como reto lograr la mayor ocupación espacial en la historia vasca. Y es que Herrira no ha dejado de ponerse retos a sí mismo, ni de superar barreras y tabúes.
Fue intensa la pelea de sus miembros por lograr la excarcelación de Iosu Uribetxebarria, con una huelga de hambre en agosto de 2012 ante el Hospital Donostia que en algún caso se prolongó 20 días. La cuestión de los presos enfermos y la de la doctrina 197/2006 han concentrado parte importante de su actividad, desde la premisa de que en primer lugar hay que solucionar las situaciones más graves. Sus campañas habían tenido un gran impacto en Euskal Herria, pero no se habían quedado ahí: activistas con las famosas camisetas azules de Herrira se encadenaron en la sede del Tribunal Constitucional español contra la polémica doctrina, sus representantes hicieron campaña en Europa con vistas a la decisión del Tribunal de Estrasburgo aún pendiente...
En su primera asamblea, Herrira reconocía una sensación agridulce; la cara positiva eran los avances en Euskal Herria y la negativa, el bloqueo de los estados. El 14 de setiembre en el Anaitasuna demandaba «dar una oportunidad a la paz». La lucha sigue.